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Asombrosa biodiversidad, 2
La Naturaleza se obstina en poner a prueba nuestra capacidad de asombro, y nos obliga a hacernos eco de las más diversas y sorprendentes curiosidades. Como dice Jean Shinoda Bolen, “para quienes son capaces de ver, la Naturaleza es una fuente de asombro inagotable. Existe actualmente la preocupación por que los niños y niñas de la ciudad estén sufriendo un «trastorno por déficit de Naturaleza», y vivan ajenos a ella, pues una de las más terribles consecuencias de esto es la pérdida de esa sensación de asombro, que la Naturaleza —su estado salvaje, su abundancia y belleza— provoca en nosotros”.
Sigamos dando cuenta de estas curiosidades que nos ofrece la Naturaleza, como la que representa el enebro, un arbusto muy común en nuestro entorno que en algunos casos llega a adquirir la apariencia de árbol. Fijemos nuestra atención en sus conos —el enebro es una conífera cuyos falsos frutos reciben el nombre técnico de gálbulos—. Se llaman nebrinas o enebrinas, y tardan tres años en madurar. Estas bayas han fascinado desde la antigüedad a herbolarios y alquimistas, pues crudas, hervidas o desecadas han servido para curar diversas dolencias y, en los últimos siglos, para elaborar una de las bebidas alcohólicas más conocidas, la ginebra, que también llegó a ser prescrita por algunos médicos a sus pacientes. De hecho, era muy usado en el Tibet con fines religiosos y medicinales, y los franceses lo empleaban quemado para desinfectar las habitaciones con enfermos. Antiguamente se utilizaba para fumigar las casas y expulsar a las brujas, malos espíritus y demonios. Esto se hacía la noche del primero de mayo, la llamada “noche de Walpurgis”. Los cristianos, por si acaso, también hicieron uso del enebro para sustituir al incienso con objeto de purificar los templos y librarlos de las fuerzas del mal.
La musaraña común (Crocidura russula), es un pequeño roedor que puede confundirse fácilmente con un ratón, si no fuera por su alargado hocico a modo de trompa que lo distingue. También destaca su reducido tamaño: a un cuerpo de entre 6 y 9 centímetros se le añade una cola de 3 o 4 centímetros. Aunque aún hay otro mamífero más pequeño, la musarañita (Suncus etruscus), de 2,5 a 4,5 centímetros de longitud corporal. Su elevado metabolismo corporal le obliga a consumir cada día una cantidad de alimento que supera los 8-10 gramos, que es su peso. ¿Alguien se imagina tener que consumir cada día una cantidad de comida equivalente a su propio peso? Estos pequeños mamíferos se desplazan en caravana, al menos transcurridos 7 u 8 días desde el parto. Cada pequeño se agarra a la cola o a la parte posterior del dorso del que va delante (1). La procesionaria en modo mamífero.
Musaraña (Fuente: roedores.org)
Veamos otro caso de un animal aún más diminuto. Como una estatua misteriosa, acechante, solo mueve, y no mucho, su cabeza de ojos grandes, las manos juntas a la espera de que se acerque algún incauto insecto. Y cuando este momento llega, un enigmático resorte lanza el golpe directo de esas manos que parecían estar rezando a la escalofriante velocidad de menos de treinta milésimas de segundo. Una vez atrapada la presa, se la lleva a la boca (2). Solo una cámara de alta velocidad podría registrar el movimiento. Pocas veces fracasa la mantis religiosa. Ni siquiera el macho se libra de semejante voracidad. Tras la cópula, y después de devorar a su pobre pareja, la mantis religiosa dedica sus esfuerzos a elaborar su ooteca e instalar a su proyecto de prole.
Y terminamos aclarando un pequeño error. Si alguien nos pregunta sobre el animal que es capaz de pasar más tiempo sin beber agua, seguro que pondríamos al camello como respuesta, y es probable que añadiéramos aquello de que almacena agua en las jorobas. Bueno, pues en realidad deberíamos corregir dos errores. Sí, los camellos pueden vivir hasta quince días sin beber, siempre que puedan alimentarse de una cantidad suficiente de plantas y rocío (2). Es más, siendo capaces de perder hasta un 40 % de su peso corporal, se entiende que estén perfectamente adaptados a la vida en el desierto. Sin embargo, lo que almacenan en las jorobas no es agua, sino grasa, lo que les proporciona energía, y esa grasa se puede transformar en agua —1 gramo de grasa es aproximadamente el mismo peso de agua—. El zoólogo y etólogo alemán Vitus B. Dröscher nos lo recuerda (3):
Los legendarios depósitos de agua de los camellos no están en su joroba (esta es un depósito de grasas, es decir, de combustible), ni tampoco en el estómago, como muchos escritores de novelas de aventuras insisten en afirmar. Si alguien se pierde en el desierto y mata a su camello pensando que encontrará en él reservas de agua, se enfrentará con una amarga desilusión.
El camello almacena el agua en millones de pequeños «tanques», es decir, en las células de todo el cuerpo, sobre todo en los glóbulos rojos. Mientras el animal bebe, el número de estos se multiplica por doscientos cuarenta.
Camello (Fuente: anipedia.net)
Pero, ¡oh, sorpresa!, no es el camello el más resistente a la falta de agua, ni la jirafa, que aguanta un mes y medio, sino la rata canguro, que prácticamente puede sobrevivir más de dos meses. Esto es debido a que sus riñones son tremendamente eficaces a la hora de retener humedad y eliminar sales, y a que no transpiran nada. Por ello, la escasa orina que elaboran no solo contiene una o dos gotas de agua, sino que es de las más concentradas en sal entre los mamíferos.
Asombroso, ¿no?
(1) Araújo, J. y otros (1991). Enciclopedia Salvat de la fauna ibérica y europea. Salvat Editores, Barcelona
(2) Torok, Simon; Holper, Paul (2005). Ciencia alucinante. Los más increíbles descubrimientos científicos. Oniro, Barcelona
(3) Dröscher, V.B. (1982). Sobrevivir. La gran lección del reino animal. Planeta, Barcelona