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Asombrosa biodiversidad, 4

Divulgación

“Esperamos doblegar la Naturaleza a nuestro antojo, hacer que vaya a nuestro paso. O la anulamos con tecnología y reducimos su ritmo a algo superfluo. Nuestra necesidad de velocidad nos ha llevado a apreciar la funcionalidad, el dinamismo de todas las cosas, y ese aprecio nos ha acelerado y nos ha hecho perder la sintonía con el mundo natural”.

Robert Macfarlane supo ver la necesidad de tomarnos las cosas con más sosiego en Las montañas de la mente. ¿Qué nos empuja a ir siempre deprisa? ¿Es tan complicado encontrar la quietud en las cosas que hacemos? Hasta cuando caminamos a cinco o seis kilómetros por hora parece que estemos siguiendo una dura sesión de adelgazamiento.

El caso es que tampoco en cuestión de velocidad somos la especie número uno. Ni aun corriendo a casi 40 km/h superamos al cocodrilo, de modo que más vale que subamos a un árbol si nos encontramos en un brete de esta categoría. Para prisas sobre el suelo, tenemos al guepardo, que tarda solo 2 segundos en alcanzar los 72 km/h, aunque es capaz de llegar a 115 km/h. No obstante, tiene un pequeño problema: no aguanta más allá de 500 metros de carrera, así que muchas presas salen indemnes. Y si queremos rizar el rizo, tendremos que mirar al cielo. No vale un avión, pero tal vez tengamos la suerte de admirar las evoluciones de un halcón peregrino, que supera los 300 km/h en picado (1).

 

Guepardo (Fuente: Creative Commons)

 

No creo que nadie se atreva a decir que la Naturaleza no es asombrosa. Hasta los gorriones, tan comunes que no tienen complejos en saltar entre nosotros, nos dejan prodigiosas muestras. En algunas ciudades es posible encontrar colillas de cigarrillo en sus nidos, pues parece que funcionan como eficaces repelentes de parásitos. Las colillas consumidas retienen grandes cantidades de nicotina y otras sustancias tóxicas, incluidos rastros de pesticidas que repelen todo tipo de reptiles e insectos repulsivos y nocivos (2). Para que luego digan que los gorriones no son ingeniosos. Claro que esto no debe servir como argumento para que los fumadores dejen el tabaco; tal vez puedan agarrarse a la idea de que no lo hacen en defensa de los animales.

 

Gorriones comunes

 

Cada vez que se habla del calentamiento climático surge la duda sobre si la especie humana será capaz de adaptarse a los acelerados cambios a los que nos somete. Espero que tengamos tiempo. Otros animales, con mayor o menor éxito, lo están haciendo. Como los carboneros comunes, capaces de sincronizar la puesta de sus huevos y la rotura de la cárcara para hacerlas coincidir con la eclosión primaveral de las polillas con las que estos asombrosos pájaros alimentan a sus polluelos. Las orugas salen de sus crisálidas cuando se produce la floración, momento regulado por las temperaturas. A medida que estas han ido aumentando, tanto la floración como la eclosión de las orugas se ha adelantado, de modo que los carboneros se han visto obligados a adaptar su puesta al clima cambiante o, de lo contrario, habrían tenido serios problemas para abastecer a sus crías. Por tanto, ahora ponen los huevos unas semanas antes (2).

 

Carbonero común

 

Como suele decirse, no se trata de llegar el primero, sino de llegar a tiempo. Henry David Thoreau dejó escrito en Walden o la vida en los bosques que “cuando actuamos sin prisas y con prudencia, nos damos cuenta de que solo lo grande y valioso posee existencia permanente y absoluta y de que las cuitas y placeres vanos no son sino sombra de la realidad. Ello resulta estimulante, sublime”. Más de uno deberíamos tomar nota.

 

(1) Torok, Simon; Holper, Paul (2005). Ciencia alucinante. Los más increíbles descubrimientos científicos. Oniro. Barcelona

(2) Ackerman, J. (2017). El ingenio de los pájaros. Ariel. Barcelona.