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Lo que ahorran los árboles urbanos
“Las megaciudades están en aumento. Actualmente existen 43 áreas de este tipo en todo el mundo, cada una de las cuales alberga a más de 10 millones de residentes”. Así lo señala Theodore Endreny, Profesor de Recursos Hídricos e Ingeniería Ecológica de la Escuela Estatal de Ciencias Ambientales y Silvicultura de la Universidad Estatal de Nueva York, tomando datos de al informe que la ONU publicó en 2014 sobre perspectivas de la población mundial. Cantón (China) anda a la cabeza, con 45 millones de personas. ¿Podemos imaginar a casi toda la población española viviendo en la misma ciudad? Para hacernos una idea, Madrid, la ciudad más grande de España, ocupa el puesto 66 de todo el mundo, sin alcanzar la categoría de megaciudad, y cabría siete veces en Cantón. La gestión de una megaciudad no se parece en nada a la de una ciudad normal, y de ello va a depender cada vez más su desarrollo sostenible. Las infraestructuras y el medio ambiente son los principales problemas de estos gigantes de hormigón y población, problemas que serán más acuciantes si tenemos en cuenta que la población mundial desplazará su lugar de residencia de las áreas rurales a las urbanas.
Más de la mitad de la población mundial vive ahora en áreas urbanas, que representan aproximadamente el 3 por ciento de la Tierra, dice Endreny. Se prevé que en 2050 esta población alcance el 68% del total. La huella ecológica de este crecimiento es amplia y la pregunta que surge es qué se puede hacer para mejorar la vida de los residentes urbanos de todo el mundo. Cuando se trata de espacios naturales, los árboles son especies clave en el ecosistema urbano, proporcionando una serie de servicios que benefician a las personas. Limpian el aire y el agua, reducen las inundaciones de aguas pluviales, mejoran el uso de energía en los edificios y mitigan el cambio climático, entre otras cosas. Hay quien se entretiene en calcular el beneficio económico de estos servicios: por cada euro invertido en la siembra, las ciudades obtienen un rendimiento promedio de 2,25 euros cada año.
Estos estudios simulan la relación entre los árboles y los servicios ecosistémicos que proporcionan, y pueden incluir alimentos, aire limpio y agua, clima y control de inundaciones, polinización, recreación y amortiguación de ruidos. Simulan cómo la estructura de un árbol, su altura, el tamaño del dosel y la superficie de la hoja, afectan a los servicios que brinda. Pueden estimar cómo los árboles reducirán las inundaciones de agua; o cómo influyen en la calidad del aire, el uso de energía en los edificios y los niveles de contaminación del aire en la comunidad. También pueden permitir a los usuarios inventariar árboles en su propia zona. Los resultados sugieren que el 20 % del núcleo urbano promedio de una megaciudad está cubierto por el dosel del bosque. Pero esto puede variar mucho. Por ejemplo, los árboles cubren solo el 1 % de Lima, frente al 36 % en Nueva York.
¿Cómo afecta la densidad arbórea a una ciudad? Se trata de analizar cuánto contribuyen los árboles al bienestar humano en los lugares de población concentrada y de naturaleza quizás más distante. Y calcular, además, cuántos árboles se podrían plantar en cada megaciudad para mejorar la calidad de vida. Podría comprobarse que la cubierta arbórea está vinculada a importantes ahorros económicos. Cada kilómetro cuadrado ahorra alrededor de 0,82 millones de euros en atención médica por la contaminación del aire, casi 18.000 € al capturar la escorrentía de agua, y algo más de 400.000 € en calefacción y refrigeración de edificios. Además, la media del valor anual del dióxido de carbono secuestrado por la cobertura arbórea de las megaciudades es de unos 7 millones de euros. Eso sale a alrededor de 15.000 € por kilómetro cuadrado. El total de CO2 almacenado se valora en 213 millones de euros. La suma de todos los servicios anuales proporcionados por los árboles en las megaciudades alcanza un valor de 446 millones de euros, unos 850.000 € por kilómetro cuadrado de cobertura arbórea.
Parece claro que un bosque urbano puede brindar servicios para mejorar nuestra calidad de vida. Todas las ciudades, tengan el tamaño que tengan, pueden —y deben— incrementar la superficie forestal metropolitana disponible: aceras, estacionamientos, plazas... Todos podemos participar. Los planificadores pueden continuar trabajando en la planificación de los bosques urbanos. Quienes son destinados o elegidos para ocupar un cargo pueden continuar compartiendo la visión de que el bosque urbano es una parte importante de la comunidad, y pueden apoyar a los grupos que buscan aumentarlo. Y los ciudadanos pueden agregar un arbusto en una maceta, que, aun siendo más pequeño que un árbol, tiene suficiente dosel como para aportar beneficios similares.