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Marcando costillas
El otoño se nos viene encima aunque las temperaturas se empeñan en desmentirlo. Los ocres y amarillos poco a poco van ganando terreno en su anhelo por destacar entre el verde intenso del pinar serrano. El acre aroma de la hojarasca inunda el aire con sutileza. Como cada año al llegar estas fechas muchos aficionados a la observación de la Naturaleza ya piensan en el lugar donde van a disfrutar de la berrea, el desaforado sonido que emiten los ciervos machos en su conquista del harén. Pero este año, como el anterior, la empresa se antoja difícil. Los entendidos dicen que los animales están marcando costillas.
Confieso que la primera vez que escuché esta expresión no la entendí muy bien. La explicación es bien sencilla: el pasto es escaso y de ínfima calidad, por lo que los animales deben abastecerse de plantas poco nutritivas y de sus propias reservas. El adelgazamiento es obligado. Lo fácil es echar la culpa a la sequía, pero, sin dejar de ser cierto, parece oportuno buscar además otras causas que podríamos calificar de no naturales. Centrémonos, por ejemplo, en la gestión cinegética de la Serranía.
En 1964 se crea el Parque Cinegético Experimental de “El Hosquillo” con objeto de estudiar, conservar y producir diferentes especies de fauna silvestre, a la vez que generar una intensa actividad de educación ambiental. Uno de los fines que se perseguía era repoblar la Serranía con aquellas especies cinegéticas antaño desaparecidas como consecuencia de la sobreexplotación de sus poblaciones. El trabajo y la difusión que realizó Félix Rodríguez de la Fuente fueron esenciales para dar a conocer esta instalación, que es gestionada por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha desde 1986. Más adelante, en 1973, se crea la Reserva Nacional de Caza de la Serranía de Cuenca, de más de 25.000 ha, en cuyo corazón quedaba el Hosquillo. Su función era afianzar el establecimiento de poblaciones cinegéticas autosuficientes, a partir de los especímenes introducidos por el Hosquillo, a la par que, con el tiempo, permitir una caza sostenible de las mismas. La idea funcionó, y rápidamente empezaron a crecer las poblaciones de ciervos, gamos, corzos, muflones y cabras monteses. La actividad cinegética era rigurosamente controlada y observada por técnicos expertos. La caza de cada animal de la Reserva era guiada y supervisada por un guarda, que acompañaba a cada cazador. La Reserva de caza se había convertido en un centro dispersivo de especies de interés cinegético que abastecía a la mayor parte de la Serranía de Cuenca.
Llegamos al año 2007 y a la creación del Parque Natural de la Serranía de Cuenca. Poco o nada se ha hecho por este espacio natural protegido desde entonces, pero lo hecho supone un punto de inflexión en la gestión cinegética. Para empezar, la gente (técnicos y guardas) que ha estado al frente del Hosquillo y de la Reserva durante muchos años se ha visto desplazada de sus puestos de trabajo, con lo que hemos perdido en conocimiento de la zona, experiencia, talento y capacidad —vaya para ellos un merecido reconocimiento—. Las labores de investigación e introducción de ejemplares fuera del Hosquillo han disminuido o desaparecido (esto me recuerda también los recortes que han llegado a los centros de recuperación de fauna silvestre en toda la región). Y la puntilla fue la transformación de la Reserva de Caza en cotos de caza, de gestión privada, donde los usuarios persiguen sin cuartel a los ejemplares de mayor calidad, es decir, a los machos más colosales, diezmando la población peligrosamente y, en apariencia, sin el necesario control.
No cabe duda de que las cosas están cambiando, a mal, desgraciadamente. Pero, ¿a qué podría estar conduciendo esta situación? Existe una larga lista de problemas medioambientales que se podrían derivar de una gestión cinegética deficiente, especialmente en un entorno natural tan particular como la Serranía de Cuenca, donde son 6 las especies cinegéticas de coexisten, libres, y en un contexto de gestión que se aleja mucho de las condiciones intensivas de los cotos privados de caza, imperantes en buena parte de la región. Pero no es momento ni lugar para extenderse en estos asuntos.
De modo que, por unas razones u otras, son pocos los grandes machos capaces de luchar por la perpetuación de su sangre. Es posible que sus escasas fuerzas no les permitan regalarnos una berrea digna, pero las personas interesadas pueden seguir intentándolo y dejarse guiar por la ilusión del equipo humano de GEA, que ahora nos invitar a descubrir los secretos de la berrea. Sí, la sequía tiene algo que ver en todo esto, pero es otra sequía, más peligrosa aún, la que está provocando una situación insostenible. Es la sequía mental de quienes deberían gestionar los recursos naturales con perspectivas de futuro y con criterios ecológicos y ambientales, no solo económicos. Tal parece que algunos cerebros están marcando costillas, y lo peor de todo es que nosotros no ponemos remedio.