Blog
No fiarse de las apariencias
La Naturaleza está llena de imitadores, animales y plantas que adoptan formas y colores del entorno para pasar desapercibidos a la vista de sus depredadores, bien para atacar al acecho, bien para no ser atacados, bien para seducir. Seguro que a todos nos vienen a la memoria otros maestros del engaño como el insecto palo o el camaleón, por ejemplo. También los hay que imitan el aspecto de otras especies "peligrosas" para hacer creer a otros que tienen el mismo peligro, a pesar de ser inofensivas. Es el caso de las moscas que se hacen pasar por avispas o abejas y logran confundirnos. Tal vez deberíamos saber que si se acerca a nosotros un insecto parecido a una avispa y en su vuelo consigue pararse en el aire, no debemos asustarnos, no es una avispa, sino una de esas moscas disfrazadas. Pero también están las especies que colorean sus cuerpos advirtiendo que el que avisa no es traidor. Son especies que realmente llevan el peligro escrito en sus libreas y que tienen el “detalle” de indicar “ten cuidado, no me toques o no me comas porque te puedes llevar una desagradable sorpresa”.
Los colores más utilizados a tal fin son el amarillo, el rojo y el negro. El amarillo es muy visible porque refleja gran cantidad de luz. Pero también se puede aprovechar el contraste que ofrecen el blanco y negro, como las mofetas, capaces de expulsar un fuerte olor fétido a través de unas glándulas anales cuando se sienten amenazadas. El color rojo es muy utilizado para fines aposemáticos por su intensidad y porque destaca fácilmente en un entorno donde dominan los tonos ocres y verdes. El rojo, combinado con el negro, está presente en las mariquitas, inofensivas para nosotros pero eficaces depredadoras de pulgones y otras plagas de la agricultura. O también en la chinche asesina, que ya tuvo ocasión de asomarse por esta ventana.
Este fenómeno tan frecuente en la Naturaleza recibe el nombre de aposematismo (del griego apo, lejos, fuera, y sema, señal), algo así como señales de advertencia con que los animales tratan de hacer notar su presencia a los sentidos de otros. Esta estrategia suele ir asociada a animales armados con dolorosos aguijones, fuertes colmillos o potentes venenos. Seguro que todos pensamos en las avispas, de las que se sabe que las más brillantes poseen las glándulas venenosas más grandes. Estas señales de advertencia pueden ser también sonoras, como en el caso de la serpiente de cascabel, que agita el extremo de su cola ante la presencia de un atacante, el cual reacciona normalmente huyendo.
No confundamos el fenómeno del aposematismo, que al fin y al cabo es un mecanismo de defensa, con el de la atracción, que con tanta eficacia practican algunas plantas a través de sus flores. A estas plantas les interesa llamar la atención de los insectos para culminar el proceso de la polinización, y para ello utilizan también la estrategia de combinar colores opuestos y llamativos. Pienso en la flor de araña (Ophrys sphegodes), una orquídea que se hace pasar por insecto como solución de continuidad, pero ya habrá ocasión de conocer este tipo de estrategias. Y otras, como sabemos, los “engañan” endulzando su visita con el rico néctar.
La estratégica combinación de colores para indicar algún peligro es utilizada no solo por los insectos, sino también por arañas, reptiles y anfibios. El ser humano, por su parte, ha sabido observar el comportamiento animal y se ha convertido en uno de los mejores imitadores de la Naturaleza. Pensemos por qué las señales de alarma o peligro tienen los colores amarillo y negro. ¿No recuerdan a la avispa? Las señales de tráfico basan sus colores en esa composición de blanco (amarillo en caso de obras), negro y rojo para llamar la atención de los conductores. Y es que no podemos negar lo mucho que llegamos a aprender de la Naturaleza si sabemos observarla con curiosidad.