Blog
No se van, los echan
“El destino es como el viento para el velero. El que está al timón no puede decidir de dónde sopla el viento, ni con qué fuerza, pero sí puede orientar la vela. Y eso supone a veces una enorme diferencia. El mismo viento que hará naufragar a un marino poco experimentado, o imprudente, o mal inspirado, llevará a otro a buen puerto.”
Amin Maalouf
Identidades asesinas
Dicen quienes se ufanan por regir nuestros destinos —los que medran por estos lares, no los de Alemania— que es un orgullo patrio que haya tantos jóvenes que exportan la marca España por otros países. Con su proverbial habilidad para insultar la inteligencia de propios y extraños, estos soplagaitas se jactan de exportar jóvenes bien preparados para justificar unas vergonzosas cifras:un millón de jóvenes que se ven obligados a buscarse la vida fuera de nuestras fronteras; no se van, los echan. Y no lo digo yo, sino otros muchos, ejemplos que se agolpan en las páginas de los periódicos denunciando la situación que va a lastrar nuestra sociedad durante muchos años:España expulsa al talento, La española que participó en la clonación terapéutica fue despedida en un ERE, España rechaza al mejor físico joven de Europa, un gallego, al que negaron su regreso a España por falta de liderazgo científico, El CSIC frena un ensayo sobre el Alzheimer por falta de financiación...
En los años cincuenta y sesenta este mismo fenómeno era síntoma de lo mal que estaban las cosas en España, y cuando volvían los emigrantes, lo hacían con lágrimas en los ojos y besando el suelo que pisaban. Ahora resulta que el fenómeno que alguna lumbrera ha llamado “movilidad exterior” es muestra de lo bien que hacemos las cosas, de lo mucho que nos interesa la ciencia en este país, vamos, que estamos sobrados de talentos, que quienes nos gobiernan no son unos miserables mentales, en absoluto. Y no importa que esos supuestos talentos no vuelvan nunca. Que sigan por ahí exhibiendo nuestra marca de calidad.
El caso es que si alguien debe sentir orgullo, si alguien tiene derecho a presumir de sí mismos son quienes han tenido la suerte de encontrar un trabajo lejos de su casa y los suyos, quienes han reunido con su esfuerzo los requisitos necesarios para llamar la atención de otros que supieron valorar con justeza sus méritos. Lo otro es sencillamente parasitismo, mendacidad, hipocresía, farsa y engaño.
El escritor libanés y ciudadano del mundo Amin Maalouf publicó en 1988 un precioso librito titulado Identidades asesinas, en el que trata de explicar por qué hay gente que comete crímenes y tropelías en nombre de su lengua, su raza, su religión o sus creencias. Son tropelías como las que ahora se comentan por razón de ideologías políticas o económicas. Dice Maalouf en este libro que “la ley de la mayoría no es siempre sinónimo de democracia, libertad e igualdad; a veces es sinónimo de tiranía, sometimiento y discriminación.”
El año pasado Maalouf publicó Los desorientados, una historia de exilio, encuentros y desencuentros. Aquí dejo un fragmento para la reflexión; que cada cual extraiga sus propias conclusiones:
“Todo hombre tiene derecho a irse; es su país quien tiene que convencerlo para que se quede, digan lo que digan los políticos grandilocuentes. «No te preocupes de qué puede hacer por ti tu país, sino de lo que puedes hacer tú por tu país.» ¡Es muy fácil decirlo cuando eres millonario y acaban de elegirte, a los cuarenta y tres años, presidente de los Estados Unidos de América! Pero cuando en tu país no puedes ni trabajar, ni recibir cuidados médicos, ni tener donde vivir, ni estudiar, ni votar libremente, ni decir lo que opinas, ni tan siquiera ir por la calle como te apetezca, ¿de qué vale la sentencia de John F. Kennedy? ¡De muy poca cosa!
Para empezar, es tu país el que tiene que cumplir contigo una serie de compromisos. Que te consideren un ciudadano con todas las de la ley y que no padezcas ni opresión, ni discriminación ni privaciones indebidas. Tu país y sus dirigentes están en la obligación de garantizarte esas cosas; en caso contrario, no les debes nada. Ni apego a la tierra ni saludo a la bandera. Al país donde puedes vivir con la cabeza alta se lo das todo, se lo sacrificas todo, incluso la propia vida; al país en que tienes que vivir con la cabeza gacha no le das nada. Da igual que se trate de tu país de acogida o de tu país de nacimiento. La magnanimidad llama a la magnanimidad, la indiferencia llama a la indiferencia y el desprecio llama al desprecio. Tal es la carta de los seres libres y, en lo que a mí se refiere, no admito ninguna otra.”
Ah, y si alguien se pregunta qué tiene que ver todo esto con la educación y el medio ambiente, que son los ejes de este blog, que haga un cálculo de lo que se han gastado la escuela y la universidad públicas en formar a los jóvenes que ahora cogen las maletas para que otros se beneficien de esa formación. O que piense en las consecuencias que pueda tener el lavado de cerebro que se nos avecina con la nueva reforma educativa. O que haga una estimación de los perjuicios que sufrirá la investigación científica o de los beneficios que no disfrutará la sociedad al no contar con el valioso quehacer de muchos de esos científicos y profesionales bien preparados que ahora se van porque los echan.