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Blog

Plantar una semilla en vosotros

Educación

 

La prematura muerte de Félix Rodríguez de la Fuente nos privó de seguir alimentando nuestro espíritu conservacionista con un mensaje de amor y respeto por el entorno, mensaje que ahora queda en los numerosos documentos escritos y audiovisuales que nos legó. Sus ideas causaron un hondo impacto en la sociedad española de los años 70 y 80, y reflejan una visión que en muchos casos se adelantó a su tiempo. Cuando nadie hablaba del cambio climático, Félix ya avanzaba sus consecuencias; cuando pocos se preocupaban por el consumo desmedido, él ya nos convencía de la necesidad de lograr un desarrollo más sostenible; cuando solo algunos comprendían la importancia del papel que desempeñan todas las especies vivas, él alertaba del peligro que suponían para ellas determinadas actitudes tan arraigadas en nuestro acervo cultural. El ardor con que emitía su mensaje de optimismo, inaudito en los tiempos que corren, era contagioso y aún hoy comunica un enorme amor por la vida.

Estando tan vivo en la memoria colectiva, casi podemos decir que tenemos la obligación de seguir transmitiendo sus ideas y valores a nuestros hijos y alumnos, ideas y valores que se constituyen en patrimonio de todos y apuntan hacia un objetivo de interés común: la protección de la Tierra en su sentido más amplio y en su triple dimensión social, natural y cultural. Esas ideas y valores deberían servirnos para salir del atolladero en el que se ha metido la especie humana en una loca carrera sin sentido hacia no se sabe dónde. Félix Rodríguez de la Fuente, su mensaje, bien podría ser nuestra brújula vital, prestando especial atención al legado educativo que nos dejó y del que no se habla lo suficiente.

 

 

 

Su trabajo en defensa de la naturaleza fue seguido por millones de personas a través de los medios de comunicación, pero muy especialmente por los niños, a quienes dedicó varios programas y escribió algunos libros y colecciones de cromos. Dio también charlas para los más pequeños y hablaba siempre en un lenguaje ameno y fácil de entender. Era bastante fácil ver a Félix rodeado de niños pidiéndole un autógrafo y por ellos se sacrificó aún más que por los animales. Decía que era más importante invertir en la educación de los niños que en la de los mayores. Le gustaba el contacto directo con la gente y por eso atendía personalmente a las numerosas cartas que recibía y contestaba pacientemente las preguntas que le hacían al finalizar sus charlas. El peculiar timbre de su voz, que llegó a formar parte del paisaje sonoro en sus documentales, fue imitado por muchos, pero su calidad humana era inimitable.

Su especial relación con los niños y los animales le llevó en ocasiones a imaginar historias en las que animales, personas y paisajes se conectaban, de modo que surgían todo tipo de aventuras, aunque en sus cuentos eran frecuentes los finales felices. Quizá esto se debiera a su enorme capacidad para ilusionarse. El entusiasmo que transmitía en su trabajo tan sólo alimentaba su fuerza y su capacidad. Pero también era un soñador y, con alguna frecuencia, confundía lo conseguido con lo soñado, llegando a vivir sus propias ilusiones.

 

 

En el número 4 de la revista Adena, Félix, el “amigo de los animales”, escribió lo siguiente:

 

«No podemos atentar contra el viejo y todavía joven planeta que nos ha dado la vida. Debemos contribuir todos a que la Tierra siga siendo por los siglos de los siglos un planeta azul. Debemos hacer un esfuerzo diario para que su palpitante biosfera siga albergando a la gigantesca comunidad de seres en la que el hombre no solo debe ser su eslabón más pulido y glorioso, sino también su guardián y fiel vigilante».

 

De esta manera empezó a reclamar nuestra ayuda para colaborar en la hermosa tarea de velar por el planeta más bello del Sistema Solar y acaso del universo; para hacer que su visión desde el espacio exterior continúe siendo la de una preciosa bola azul preñada de vida. Y para que el planeta sea azul, debemos todos pensar en verde, en los bosques; debemos sentirnos animados a seguir de alguna manera los pasos de Félix y hacer frente a la galopante degradación de la naturaleza. De hecho, uno de los proyectos que su prematura muerte impidió llevar a cabo fue montar una campaña de educación ambiental centrada en el bosque e implicar en ella a la mayor cantidad posible de escolares. Si él estuviera aquí, seguro que nos recomendaría algunos caminos para conservar nuestros árboles, caminos como estos:

 

  1. Respeta al árbol como ser vivo que es, y a los elementos de los que depende: suelo, aire y agua.
  2. Conoce tus bosques, su variedad, su riqueza y sus problemas.
  3. Usa de forma moderada sus recursos: leña, madera, frutos...
  4. No uses maderas tropicales, y menos si se trata de especies amenazadas.
  5. Usa papel reciclado y aprovecha al máximo el papel que utilices. No olvides “la regla de las tres R”: reducir, reciclar, reutilizar.
  6. Colabora con los grupos que trabajan en defensa del bosque. Si puedes, forma tu propia pandilla forestal.
  7. Aprende a plantar árboles y que el Día del Medio Ambiente, el Día del Árbol, el Día del Agua, el Día de Félix sean una costumbre cotidiana, no celebraciones aisladas.
  8. Denuncia ante las autoridades de tu localidad los casos de agresión o destrucción del bosque.

 

La semilla que plantó Félix a través de la educación ambiental germinó en la sociedad de los años 70, y así nació el Club de los Linces, una agrupación de socios infantiles de los que muchos se convirtieron años más tarde en biólogos y naturalistas. Tenía tan interiorizada la importancia de la educación que uno de sus objetivos era que “desde los niños en las escuelas, hasta los mayores, todo el mundo sepa lo que es un bosque, lo que significa. Quiero que todo el mundo se entere de que un árbol no es solo una sombra para el camino, es mucho más”.

La figura de este hombre, que fue capaz de cambiar la mentalidad de una época, aún pervive entre nosotros. Solo queda convertir en realidad sus sueños, especialmente aquel en que podía ver nuestra reconciliación con el entorno. Hermosa herencia por la que merece la pena seguir trabajando mientras podamos. El legado de Félix se mantiene vivo en la memoria de quienes crecimos escuchando sus palabras y admirando su trabajo, y gracias a la labor de su hija Odile, que nos dejó este testimonio de su padre:

 

 

Creo que no hay muchos personajes que hayan hecho tanto por la educación como Félix Rodríguez de la Fuente. En España hay un puñado de colegios e institutos —menos de los deseables— que tuvieron a bien honrarse con su nombre. En el año 2011 propuse hacer lo mismo en mi colegio. Sin embargo, el único argumento utilizado por alguien para exponer su oposición fue que tal denominación era muy larga. ¡Qué desperdicio neuronal!

 

Para más información:

  • Araújo, J. (1991). Félix Rodríguez de la Fuente. SM, Madrid.
  • Llandrés, C; del Río, J. (2017). Contaba Félix… VintalCrea, Sevilla.
  • Pou Vázquez, M. (2008). La conciencia planetaria de Félix Rodríguez de la Fuente. Rueda, Madrid.
  • Ramos Cumplido, J.M. (2001). Qué lugar más hermoso para morir. Raíces, Madrid.
  • Rodríguez de la Fuente, O. (2020). Félix. Un hombre en la tierra. GeoPlaneta, Barcelona.
  • Varillas, B. (2010). Félix Rodríguez de la Fuente. Su vida: mensaje de futuro. La esfera de los libros, Madrid.