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Disección del paisaje sonoro
Esto de grabar sonidos para, entre otras cosas, identificar animales y aprender sobre su comportamiento es una de las experiencias más gratificantes para cualquier amante de la naturaleza. Por precario que sea el sonido, buena parte de lo que escuchamos —especialmente si nos toca la fibra sensible— queda grabado en la memoria, pero, aun así, hay muchas entonaciones —voces, músicas, cantos…— que deseamos guardar en soporte físico. Comencé a hacerlo con una sencilla grabadora, tratando de localizar la multiplicidad de avecillas que me acompañaban en mis caminatas. Recuerdo que, al principio, no sabía distinguir entre un herrerillo y un carbonero, y que la primera vez que escuché la ronca de un gamo oculto en la espesura pensé que estaba siendo observado por alguna fiera. Poco a poco se fueron encadenando encuentros y descubrimientos, hasta llegar a sentirme enganchado por el análisis del paisaje sonoro. Así, el hecho de abrir una sección en este blog dedicada a la escucha surgió de la necesidad de compartir los conocimientos —aún escasos— que voy adquiriendo con el tiempo, aderezados con más dudas y reflexiones que certezas.
Realicemos un nuevo intento para comprobar nuestra capacidad de escucha. Retomamos para ello la propuesta de hace un tiempo, de la que debió surgir un listado de sonidos allí donde vivimos y otro en un entorno natural. El objetivo ahora es comenzar clasificando esos sonidos en naturales y artificiales. Si desarrollamos la actividad en grupo, que es lo ideal, podemos comentar las diferencias entre las dos categorías y aprovecharemos para introducir el concepto de contaminación acústica. Recordemos que un sonido natural es el generado por los seres vivos y los elementos geoatmosféricos, y un sonido artificial ha sido generado por elementos tecnológicos o industriales, creados por el ser humano. Una cuestión para el debate: la voz humana es natural, pero ¿puede decirse lo mismo de la que pasa a través de un megáfono?
En el supuesto de que no contemos con los listados mencionados, aquí ofrezco una propuesta para el trabajo:
Sonidos naturales:
abejorro
cigarras
perdiz
riada
tormenta
Sonidos artificiales:
campanas
máquina sopladora
reloj
tráfico urbano
música
En el intercambio de puntos vista se pueden poner otros ejemplos de cada categoría. Una vez clasificados, se pueden obtener conclusiones sobre qué lista es más larga o cómo son la mayoría de sonidos en los pueblos y ciudades. Observaremos que el sonido natural más común en esos entornos es la voz humana porque somos la principal especie que habita estos hábitats, pero también podemos sentir pájaros, perros, gatos, las hojas de los árboles, el agua… Si no somos capaces de detectarlos de forma cotidiana, es porque no prestamos la suficiente atención, no practicamos la escucha activa.
Tendremos oportunidad también de comprobar que los sonidos naturales suelen escucharse más flojo que los tecnológicos (menos volumen/amplitud) e incluso quedar tapados por los sonidos artificiales. Tanto en pueblos y ciudades como en los espacios naturales, la voz humana y otros elementos artificiales pueden convertirse en contaminación acústica y molestar a los animales. Veamos un ejemplo habitual:
El canto del cuco ha sido apagado por el ruido de un quad.
Finalmente podremos completar la actividad comparando las diferencias entre “paisaje sonoro urbano” y “paisaje sonoro natural”. La escucha activa nos permite reconocer que formamos parte de un mundo vivo y nos brinda la ocasión de conocer, conocernos y comprender ese mundo. El entrenamiento quizá nos permita adivinar un paisaje por sus sonidos. La escucha se educa, y el reino animal es buena prueba de ello, de modo que no creo que perdamos el tiempo desarrollando actividades como la propuesta en estas líneas. La pertenencia a la comunidad biótica es cosa de todos, también de los más pequeños.