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Blog

Oasis urbanos, 1

Estación de escucha

 

Fue a finales de este verano. Se me pasó por la cabeza la posibilidad de salir de casa, libro en mano, y buscar un lugar apropiado de lectura sin traspasar los límites de la ciudad. No resultaba fácil el reto, y cualquiera podría calificarlo como ocurrencia. “A ver, con lo bien que se está casa y la que está cayendo —de todos es sabido el calor que ha hecho este verano—, ¿cómo se te ocurre semejante desvarío?”, diría alguien. Y posiblemente no le faltaría razón, entre otras cosas porque rehúyo salir de casa si no es para tener un encuentro con la naturaleza. Pero pronto se convertiría este desafío en un pequeño estudio —si así puede llamarse— sobre cuál habría de ser el mejor lugar para disfrutar de una lectura agradable. Un parque, sí, pero ¿cuál?

La hemeroteca está preñada de artículos que glosan las bondades de los parques urbanos, espacios capaces de combatir y reducir la contaminación atmosférica y acústica, las altas temperaturas o la pérdida de biodiversidad, entre otras cosas. No ha de extrañarnos, por tanto, que se les califique como oasis urbanos, por más que algunos ayuntamientos hayan tenido la desfachatez de cerrarlos en plena ola de calor. Los parques no son meros espacios para ocio y esparcimiento de la ciudadanía. Los servicios que proporcionan van más allá de lo que somos capaces de valorar, y la regulación climática dentro de la isla de calor urbana es solo uno de ellos.

 

 

Uno de los aspectos que he podido comprobar durante la elaboración de mi breve estudio sobre los parques ha sido la importancia de la biodiversidad que alberga la mayoría de ellos. Se comprende fácilmente que, a mayor diversidad botánica, mayor diversidad zoológica. Seamos conscientes en este punto de la repercusión que tiene el cambio climático sobre la biodiversidad. Las formas vivas padecen, como nosotros, los efectos del calor y la sequía. Los parques, por tanto, se erigen en baluartes y antídotos contra la pérdida de biodiversidad. Y no olvidemos sus beneficios para salud mental de sus usuarios, todos nosotros. Al menos quienes tratamos de acercarnos a ellos en busca de un refugio contra la dictadura del ruido, las prisas, la agenda o el mercado. Los parques combaten eficazmente el déficit de naturaleza que adorna nuestra vida cotidiana.

Lo ideal sería que cerca de nuestro hogar hubiera uno de estos espacios naturales urbanos, de cuidado diseño y variedad botánica y zoológica, si es posible con sistema de riego sostenible y, por qué no, con carteles que informen del nombre de las especies cultivadas, vergeles donde la calidad del aire sea buena y el ruido lo tenga difícil para invadir sus entrañas, espacios donde sea viable el esparcimiento relajado de los niños, socializar con otras personas o practicar juegos populares, lugares con mobiliario en las mejores condiciones y donde relajarse o pasear no se convierta en una carrera de obstáculos con forma de excrementos animales.

 

 

Eso sería lo ideal, pero he tenido ocasión de comprobar que lo ideal se aleja bastante de lo deseable. Vayamos por partes. Los sonidos que se pueden escuchar en este estudio personal fueron grabados a primera hora de la mañana, cuando es previsible que estos espacios verdes se encuentren menos invadidos por ruidos humanos, y a media mañana, momento en que la actividad ciudadana es más intensa. El objetivo no es otro que comparar en qué medida puede variar el paisaje sonoro de un parque urbano en dos momentos diferentes del día. Como es fácil de comprender, en ningún momento he pretendido coger mi libro y sentarme en el banco de un parque a las 8 de la mañana.

Los parques en los que se han realizado las grabaciones son los siguientes: San Julián, Los Moralejos, Santa Ana, Trinidad, El Huécar, Jardín de El Salvador, La Alameda, San Fernando, Europa, Los Príncipes y La Alameda. Es evidente que no están todos, pero la muestra resultante es suficientemente significativa como para hacernos una idea de cómo puede ser el paisaje sonoro de nuestros parques urbanos. En los cuadros que he elaborado se recogen las grabaciones realizadas y unas observaciones tomadas en cada momento. Tanto las ventajas como los inconvenientes están referidos a todo aquello susceptible de afectar a la variedad de formas vivas como a la calidad del ambiente sonoro detectado. Son subjetivas, pues dependen de cada observador, de su estado anímico, de su capacidad para detectar sonidos aparentemente imperceptibles, etc. Seguro que quien las escuche podrá tener unas valoraciones diferentes.

 

(Continuará)