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Animales del tiempo
—Parece que buscamos la sombra.
Estamos a finales de una primavera que aún no aspira a parecerse al verano, pero esa tarde dejo el coche a la sombra y camino por ella, mirando al suelo, buscando hierbas para mi colección de plantas. Mi objetivo es subir por El Escalerón de Uña y luego pasear junto al Arroyo del Rincón. Lugares con encanto donde los haya, un privilegio para el caminante.
Se acerca un hombre enjuto, boina calada, barba de dos días, y como saludo me espeta lo de la sombra. Es algo que no me sorprende porque la gente de la Sierra las gasta así, pero sí me admira lo que viene después.
—Sí, pero lo mismo mañana buscamos el sol —le respondo.
—Mañana va a hacer más calor —dice el viejo sin apartar la mirada del suelo.
—Y caerá alguna tormenta —añado, como si yo supiera lo que va a pasar, cuando en realidad me baso en lo que ha dicho la mujer del tiempo en la tele.
—No, mañana no —termina el viejo con la misma naturalidad que usaría para decir la hora.
Miro hacia arriba buscando la mínima señal que confirme lo dicho y continúo mi camino. De hecho, me paso el resto de la tarde mirando al cielo, y no paro de preguntarme en qué se basa el viejo para hacer su afirmación con tal rotundidad. He oído hablar de las cabañuelas y otros refranes que, según parece, no son más que leyendas absurdas y dichos sin ninguna base científica. Pero también recuerdo que las gentes del campo suelen fijarse mucho en la actitud de ciertos animales que, sin saberlo, ayudan a predecir los cambios del tiempo.
Todos sabemos que la aparición de las flores del almendro, en los últimos momentos del invierno, es un fiel presagio de la llegada de la primavera. También hemos visto que la explosión floral que se produce en algún momento de la primavera está íntimamente relacionada con la eclosión de millones de insectos y aves. Pero las plantas no son sino testigos del tiempo, no profetas. Sin embargo, tal vez no seamos plenamente conscientes de la sensibilidad que muestran los animales a los cambios atmosféricos, por cuestiones de supervivencia o por las razones que sean. La atenta observación de su comportamiento puede permitirnos predecir el tiempo atmosférico, ya que son más receptivos que nosotros a sus cambios. Así, hará bueno si:
- La sanguijuela se enrosca en el fondo de un tarro.
- Las ranas y sapos cantan de noche. Algunas ranas suben a las copas de los árboles.
- Las golondrinas vuelan alto para cazar insectos.
- Los murciélagos vuelan hacia el atardecer.
- Los gallos cantan a cualquier hora.
- Las mariquitas se reúnen formando enjambres.
Pero el tiempo será malo si ocurre lo siguiente:
- Las arañas acortan los hilos que aguantan sus telas.
- Las abejas entran en la colmena y no salen (anuncian tormenta).
- Los gatos se limpian repetidamente pasándose la pata por detrás de la oreja.
- Salen los caracoles y las babosas.
- Los peces saltan fuera del agua.
- Las vacas se agrupan para darse abrigo y seguridad o se tumban en el suelo (habrá tormenta). Las ovejas también se agrupan.
- Las hormigas se agitan en busca de alimento para almacenar, se mueven hacia terrenos más altos o refuerzan sus hormigueros.
Ninguna de estas reglas se cumple en su totalidad, es evidente, pero sí muchas veces, según confirma la observación realizada durante mucho tiempo. La predicción del tiempo también puede ser divertida y eficaz si nos fijamos en las nubes:
- Los pastores dicen que cuando aparecen altocúmulos (nubes con forma de borregos) habrá tormenta en 24 horas
- Los cirros (penachos de nubes filamentosas) anuncian la llegada de un frente cálido. Lloverá.
También el color del cielo nos puede ayudar. Los cielos muy azulados son propios de masas de aire muy agitadas e inestables (aire cálido cerca del suelo y frío en las alturas). El azul pálido nos suele indicar tiempo estable.
Por cierto, al día siguiente de mi charla con el viejo no hubo tormenta.