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En boca de todos
Hablamos a veces con tal desparpajo que apenas somos capaces de apreciar que mencionamos a las plantas y nos referimos a sus propiedades sin saberlo. Muchas son usadas para expresar una cualidad en grado comparativo: “ácida como un limón”, “fuerte como un roble”, “rojo como un tomate”, “sano como una manzana”. Es posible que ni siquiera las conozcamos, aunque ahí están, en el vasto acervo popular, por lo que no caerá la breva de que seamos capaces de recopilar todas. No pidamos peras al olmo, y para no andarnos por las ramas, aquí se ofrecen unas cuantas, con la esperanza de que alguien pueda enriquecer esta pequeña colección.
Si a alguien le dicen que es un cabeza de alcornoque, le están diciendo algo así como “cabeza hueca”. Sabemos que el alcornoque (Quercus suber) es el árbol del que se extrae el corcho, corteza muy ligera y llena de agujeros, a lo que quiere hacerse parecer el cerebro de alguien con numerosas lagunas. Se puede sustituir por “cabeza de chorlito” o “cabeza de adoquín”.
Pero si podemos presumir de lo contrario, tal vez lleguemos a dormirnos en los laureles. El nombre científico del laurel, Laurus nobilis, ya encierra una parte de la explicación: notable, célebre. Símbolo del triunfo y de la inspiración en las culturas mediterráneas, con laurel han sido siempre coronadas las testas de los triunfadores en las batallas y los emperadores romanos, así como los grandes poetas. De ahí viene la expresión “cosechar laureles”, esto es, conseguir éxitos. El propio Napoleón fue representado con una corona de laurel. Los romanos creían que el laurel no podía ser tocado por los rayos.
La consagración de Napoleón, de Jacques-Louis David (1807)
Se cuenta que Tiberio tenía siempre a mano una corona de laurel que usaba cuando oía el menor trueno. La expresión “dormirse en los laureles” viene a reflejar esa actitud de exceso de orgullo tras el éxito que nos puede llevar a la pasividad o la holganza. En el refranero español encontramos esta interesante reflexión: “Es fácil trenzar una corona de laurel; lo difícil es encontrar una cabeza digna de llevarla”.
Laurel (Laurus nobilis L.)
Puede ser que algo nos importe un bledo; si es así, estaremos diciendo que sentimos por ese algo o alguien una total indiferencia, que nos trae sin cuidado. El bledo es una hierba de la que no se conoce utilidad alguna, pero capaz de infestar los campos de cultivo. Los agricultores la tratan como una mala hierba, y de ahí su escaso aprecio por ella. En esta misma línea podemos sustituir el bledo por un comino —una semilla pequeña e insignificante—, o por un pimiento. Este es un caso curioso que parece tener su origen en la pintura de bodegones, allá por el siglo XVII en que los artistas se planteaban retos difíciles, como pintar un racimo de uvas o un limón, pero nunca un pimiento, ya que la superficie lisa y brillante de esta hortaliza era demasiado insulsa para que mereciera la pena el esfuerzo.
Bledo común (Amaranthus hybridus L.)
Cuando tenemos la esperanza puesta en algo y de pronto se nos vienen abajo esas expectativas, decimos que se han quedado en agua de borrajas. La borraja (Borago officinalis) es una hierba cuyas hojas se hervían para dar un caldo de escaso sabor y menor valor nutritivo, pero que fueron utilizadas durante siglos por sus propiedades diuréticas y sudoríficas.
Borraja
En realidad, la expresión original hacía referencia a otra hierba, la cerraja (Sonchus oleraceus), un tipo de lechuga silvestre menos conocida, por lo que fue sustituida por la más popular borraja. La Real Academia, en su diccionario de 1726, señalaba que decir “agua de cerrajas” era como referirse a cualquier cosa inútil y de ningún provecho.
Cerraja
Peor que eso es irse a criar malvas, porque estaríamos refiriéndonos a alguien que ha fallecido. Lo inmediato sería pensar que las malvas crecen en cualquier suelo por poco abonado que esté, pero en realidad debemos remontarnos a una carta que escribió Plinio el Viejo a su amigo Cornelio Tácito, en la que le decía que estaba “criando malvas”, pues le atraían especialmente por su vistosa flor. Escribió esta carta mientras exploraba para su Naturalis Historia, una enciclopedia del mundo natural, tras la erupción del Vesubio en el año 79, a consecuencia de cuyos gases murió. Tácito escribió este panegírico a su amigo: “Es por la magnitud de su persona y de su obra que Plinio no ha muerto, sino que está a los pies del Vesubio, criando malvas”.
Malva común (Malva sylvestris L.)
En nuestros campos y escombreras se cría el cenizo (Chenopodium album), que puede utilizarse como verdura, pero es poco apreciada, tanto que se considera mala hierba. Toma su nombre del color blanquecino del tallo y ceniciento del envés foliar. Conviene arrancar esta hierba de raíz si se quiere eliminar, pues puede provocar serios daños en los cultivos. Tener cenizo en el campo fue siempre considerado como mala suerte, de ahí que coloquialmente se llame cenizo a aquella persona que es un aguafiestas, un gafe. Dar el cenizo es traer mala suerte.
Cenizo
Y ya que estamos en la huerta, ¿alguien sabe cómo se recolectan los rábanos? El rábano (Raphanus sativus) es una hortaliza perteneciente a una familia de gran importancia económica por sus usos culinarios, ornamentales o forrajeros, las crucíferas o brasicáceas. A ella pertenecen también el nabo, la berza, la col, el brócoli o la mostaza. El caso es que el rábano oculta bajo tierra su bien más preciado, la raíz carnosa, dejando ver las hojas. Un avezado hortelano cogería las hojas de la base y probablemente movería la mano a un lado y otro para desprender la raíz de la tierra antes de tirar suavemente hacia arriba. De lo contrario, es fácil que se quedara con las hojas en la mano. En sentido figurado, eso es coger el rábano por las hojas y se usa para advertir de los errores que cometemos por falta de atención o precipitación.
Rábanos
Lo deseable sería que ese atolondramiento ocurriese de uvas a brevas, expresión que tiene el mismo significado que de higos a brevas o de Pascuas a Ramos. La higuera (Ficus carica) es una planta que da dos cosechas, una a principios del verano, las brevas, y otra a finales, los higos, coincidiendo con la recogida de las uvas. Decir que algo sucede de uvas a brevas o de higos a brevas es dar a entender que ocurre muy de vez en cuando, con un lapso de tiempo muy largo, casi nunca. También se dice de uvas a peras, ya que ambos frutos se recogen más o menos en la misma época.
Otra expresión que resultará conocida es caer de hinojos, que se ha relacionado equivocadamente con la hierba maratón, el hinojo (Foeniculum vulgare). Fijémonos en el nombre específico de la hierba, foeniculum, que deriva de fenum, heno, por su aroma. Pero, según parece, en su paso del latín al castellano debió confundirse con geniculum, rodilla, de donde deriva genuflexión, y que evidentemente nada tiene que ver con la planta. Por eso, caer de hinojos es postrarse ante alguien, caer de rodillas, acto que desde la Edad Media se realizaba con la cabeza mirando al suelo en prueba de sumisión y respeto.
Hinojo
Hay otras formas de caer, por ejemplo, de un guindo, expresión que la Real Academia Española (RAE) señala como caerse del nido, es decir, “mostrar ignorancia de algo muy conocido o pecar de inocente y crédulo”, “caer en la cuenta o enterarse de algo obvio”. Algo así como estar en la luna o en Babia. A quien le pase esto también se le podría aplicar la expresión “echar margaritas a los cerdos”, expresión que parece tener su origen en el evangelio de Mateo (7:6): “No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos”. Y una vez más recurro a la RAE, que recoge un significado curioso para el término margarita: perla de los moluscos. El círculo se cierra, pero tanto si usamos margaritas como perlas, la cuestión es que a veces empleamos tiempo, conocimientos y esfuerzos ante personas que no saben apreciarlos, que es lo que, en definitiva, queremos decir con eso de echar margaritas a los cerdos.
Espero que no sea esto lo que pase con este largo artículo y se sepa apreciar el esfuerzo y la dedicación que se ha empleado con mucho gusto.