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Cazadores, no asesinos
Llaman a la puerta. Tan discretamente como siempre, ha llegado Enrique con dos docenas de huevos bajo el brazo. En su cara se dibuja su habitual sonrisa, pero en sus ojos pequeños y entornados pueden reflejarse aún las secuelas del último episodio de COVID que ha padecido en días pasados. Tras los acostumbrados saludos, dice Enrique venir de muy mal humor: una zorra le ha matado 22 gallinas. “¡Como la pille…!”, se lamenta. Sentimos este episodio casi como si lo hubiéramos sufrido en carne propia, porque es un hombre aferrado a la tierra, vinculado a su reducido huerto, y muy unido a sus gallinas, a las que acompaña cada tarde hasta la caída del sol.
El dolor que siente Enrique por sus gallinas muertas podría invitarnos a seguir el camino fácil de calificar a la raposa como “asesina”. Me resisto a colgar tal sambenito a un animal carnívoro, pero cuesta entender el objetivo de matar 22 animales cuando no todos se van a convertir en deliciosa pitanza. Cabe preguntarse si semejante “hazaña” no se habrá producido como resultado de un irrefrenable impulso instintivo ante la abundancia que se encontró la astuta matarife. Etólogos habrá que sepan responder esta cuestión.
El zorro puede especializarse en un tipo particular de presa y alimentarse básicamente de ella, o bien comer en cada ocasión la presa más abundante o asequible (1). En este caso, si faltan conejos, comerá ratones, topos, lagartijas, escarabajos o frutos silvestres. O aves de corral, aunque para ello tenga que excavar un agujero bajo la malla de metal que las debía proteger. Es capaz de incluir la carroña en su menú, y desperdicios si frecuenta entornos humanos. Se le puede acusar de taimado, artero o burlón; hubo un tiempo en que fue incorporado en el grupo de las alimañas, pero ¿asesino?...
Seguramente Enrique debía tener argumentos suficientes para atribuir a la zorra aquel desaguisado; sin embargo, alguien podría pensar en la garduña como autora de la fechoría. Aunque prefiere vivir en terrenos rocosos y forestales, la fuina no pierde ocasión de merodear entornos humanos rurales. De cuerpo alargado y estrecho y patas cortas, su principal fuente de alimento son los frutos silvestres y los coleópteros, y, dado el caso, busca refugio en algún corral abandonado, aunque no es lo habitual. Esto ha sido así a medida que progresaba la deforestación y en el campo abundaban majanos de piedras o alpacas de paja apiladas. El objetivo de la garduña es encontrar un habitáculo apropiado para sobrevivir y sacar adelante a sus crías; ocasionalmente ha dado buena cuenta de huevos de gallina, palomas y conejos domésticos, pero no existen datos para considerar como asesino a este mustélido.
No es buena costumbre emplear tal calificativo para los animales carnívoros. Vemos a una rapaz invadiendo el nido de otra ave para atrapar a uno de sus ocupantes y automáticamente decimos que es una asesina. Y muchos prefieren hablar de la ballena asesina en lugar de utilizar su nombre correcto, orca. Es una de las muchas culpas del cine, incluso de algunos documentales que muestran a las orcas llegando hasta la playa para cazar focas. Tal vez deberíamos saber que la mayoría de las orcas están especializadas en la pesca del salmón (2). Son grupos tan diferentes que se evitan y no se cruzan, hasta el punto de que algunos científicos las consideran como especies distintas. Pero ya sea que se alimenten de salmones, arenques, pingüinos, tiburones o crías de rorcual, son orcas, no ballenas asesinas.
Aquel escorpión de la leyenda quería cruzar el río, pero no sabía nadar. Pidió ayuda a la rana y esta, desconfiada, dijo:
—¿Y cómo sé que no me vas a picar? Si lo haces, nos ahogaremos los dos.
—Te doy mi palabra —respondió el escorpión—. No te voy a picar.
De modo que la rana dejó que el escorpión se subiera encima y comenzó a nadar. Pero cuando estaban en medio de la corriente, el escorpión picó a la rana.
—¿Por qué me has picado? —exclamó la rana—. ¡Ahora nos ahogaremos los dos!
—No pude evitarlo —respondió el escorpión—. Es mi forma de ser.
Enrique no lo pasó bien con la muerte de sus gallinas, y es comprensible su rabia ante el acto traicionero que presumiblemente cometió un zorro. Nosotros seguiremos comprando los huevos de las gallinas que le queden. Es mejor apoyo que el linchamiento del carnívoro.
(1) ARAÚJO, J. y otros (1991). Enciclopedia Salvat de la fauna ibérica y europea. Salvat Editores, Barcelona.
(2) Safina, S. (2021). Aprender a ser salvajes. Galaxia Gutenberg, Barcelona.