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Conducta eficiente
El paseante curioso observa y capta con detenimiento la enorme variedad de colores, formas y aromas que el matorral lanza obsequioso al aire, adornándolo delicadamente para solaz de quienes quieran apreciar tan primoroso don. En un momento de su paseo exploratorio, descubre el vuelo inquieto de un insecto grande, peludo, de cuerpo negro con unas bandas amarillentas más o menos marcadas. Cada vez que se mueve se oye un zumbido monótono y cuando se posa sobre una flor se agita incansable de un lado a otro, pero no tarda en levantar el vuelo otra vez. No es una abeja, sino un abejorro, aunque están emparentados.
Michael Chinery (1) nos cuenta que los abejorros, cuyo nombre genérico es Bombus, quizá haciendo referencia al aspecto globoso de su cuerpo, son insectos sociales y habitualmente construyen sus nidos bajo tierra. Las hembras fecundadas son las únicas que sobreviven al invierno y el ciclo vital de los abejorros es muy similar al de las avispas. La reina sale de su estado de hibernación en primavera y pronto busca un lugar adecuado para iniciar su nido, tal vez la madriguera de un ratón. No se pone al trabajo de forma inmediata, pues prefiere esperar a que haya suficientes flores para poder alimentar a su descendencia, de modo que pasa la mayor parte del tiempo descansando. Una vez construido el nido con trozos de hierbas y musgo que puede encontrar en la misma madriguera, la reina sale a buscar néctar y polen con los que fabrica una mezcla llamada pan de abeja, que coloca cuidadosamente en el interior del nido. A continuación pone una docena de huevos y los recubre con cera. Luego construye una especie de vasija también de cera en la que almacena miel para su manutención y la de su descendencia durante los días de mal tiempo. Los huevos eclosionan a los cinco días y las larvas se convierten en adultos a las dos semanas, listos para enfrentarse a la vida.
A partir de ese momento, la relación que mantienen con las flores es de total cordialidad, casi podríamos hablar de urbanidad. Entre los abejorros y las flores funciona bien aquello de “hoy por ti, mañana por mí”. De alguna forma, como señala Peter Slater (2), los insectos vuelan de flor en flor alimentándose del néctar que estas producen para ellos como recompensa por llevar el polen de una flor a la siguiente. Sin embargo, esto solo tiene sentido si el abejorro lleva el polen de una flor a otra de la misma especie, por lo que el insecto tiende a especializarse en flores de una única especie. Tengamos en cuenta que hacen falta determinadas habilidades para conseguir su dulce elixir, de modo que, una vez desarrolladas tales destrezas, están mejor capacitados para ello que otros insectos.
Las obreras de abejorro tienen una corta vida y, por tanto, poco tiempo para perder en vanos intentos. Por ello mantienen una férrea fidelidad con una especie de flor, que los etólogos llaman “principal”, aunque ocasionalmente puedan libar de otras flores “secundarias”. Es posible que en su corto recorrido vital sean capaces de descubrir si alguna flor secundaria resulta más rentable que la principal, y hacen bien a la vista de los cambios en la floración provocados por el clima cambiante. Aunque dudo mucho que los abejorros estén versados en estas cuestiones del calentamiento global, por lo que no es fácil que les interese estar cambiando de especie de flor.
Nosotros, arropados en nuestro habitual antropomorfismo, nos obstinamos en considerar que los animales se comportan como si fuesen personas, en pensar que todo se mueve regido por algún misterioso propósito. Sin embargo, olvidamos que en la Naturaleza las cosas no suceden con el objetivo de lograr un fin determinado, sino que aquello que tiene éxito perdura en el tiempo, mientras que lo que fracasa carece de futuro. Cegados por conceptos erróneos, creemos que la conducta de los animales demuestra su inteligencia, que actúan como si hubiesen reflexionado sobre qué deben hacer en cada momento. Cierto que a veces lo parece, pero no, esa conducta no es inteligente, pero sí pragmática, eficiente, sabe aprovecharse de las circunstancias para obtener un beneficio.
(1) CHINERY, Michael: Guía de campo de los insectos de España y de Europa, Omega, Barcelona, 2005
(2) SLATER, Peter J.B.: El comportamiento animal, Cambridge University Press, Madrid, 2000