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Destacados alumnos de canto
Con interés y curiosidad hemos abordado cómo los animales aprenden de sus mayores la adquisición de hábitos y destrezas que con el tiempo se revelan como imprescindibles para la supervivencia y las relaciones sociales. Vimos así cómo los animales refuerzan la emancipación de sus criaturas o cómo son capaces de educar para la vida, si es que puede hablarse de educación en el mundo animal. Pero mi sorpresa es mayúscula cuando descubro, de la mano de Tim Birkhead (1), la historia de un joven que a mediados del siglo XX inició un estudio sobre la capacidad del camachuelo para el aprendizaje del canto. ¿Cómo, que al camachuelo hay que enseñarle a cantar? ¿No es esa una capacidad innata de las aves cantoras?
El gusto estético por el canto de las aves debe ser tan antiguo como el hombre, aunque la habilidad para reflejar esa atracción con un lenguaje poético o musical hubo de esperar algún tiempo. Más científica era la tarea de averiguar el origen de esos trinos y su objetivo último. Durante siglos se han venido debatiendo las razones que mueven al canto de las aves. Es generalmente admitido que los machos trinan para atraer a las hembras, y lo hacen de modo más o menos discreto. Es una manera de sellar un vínculo afectivo, y quién sabe si los que permanecen confinados en una jaula cantan para solazar los oídos de sus propietarios.
Jilguero (Fuente: seo.org)
Según Birkhead, Charles Darwin creía que el canto de las aves era consecuencia de la selección sexual. En su opinión, de poco puede servir para la supervivencia si el canto hace que las aves sean más localizables por los predadores. Un detalle no exento de importancia que también tuvimos ocasión de analizar en el caso del zorzal. Ya vimos que las ventajas deben superar a los inconvenientes, y eso es lo que proporciona el canto, una descendencia más numerosa. El riesgo merece la pena. En definitiva, el canto, a criterio de Darwin, es una herramienta para competir con otros machos y para favorecer la elección de pareja por parte de la hembra.
Queda mucho por descubrir del comportamiento de las aves. Parece que esa capacidad de aprendizaje del camachuelo va en contra de lo que conocemos como instinto animal. Salvo que sean un caso excepcional diferente a pinzones, ruiseñores, zorzales, carboneros y tantos otros. La respuesta comenzó a darse a principios del siglo XVIII, cuando uno de los pioneros en la materia, el barón von Pernau, sostenía que un ave joven jamás aprendería a cantar si no tenía cerca a un adulto al que escuchar y del que aprender. Dicho de otro modo, el lenguaje de las aves, al igual que el humano, no es innato; no se nace sabiendo hablar o trinar, pues se trata de habilidades que se adquieren por aprendizaje.
Carboneros comunes
En este punto surge una pregunta. ¿Qué pasa si un ave se cría en compañía de otra de una especie diferente? Pues, por inverosímil que parezca, también entonces tiene lugar el proceso de enseñanza-aprendizaje, según cuenta Tim Birkhead, de modo que un herrerillo podría llegar a cantar como un canario, por ejemplo. El pollo, antes de atender al trino de sus padres, puede haber oído otro canto y adoptarlo como propio. En todo caso, parece claro que las aves cantoras deben tomarse en serio sus lecciones de canto, especialmente sabiendo que cuanto más amplio sea su repertorio musical y mejor su interpretación, tanto mayor será su éxito reproductor.
(1) Birkhead, T. (2017). La sabiduría de las aves. Una historia ilustrada de la ornitología. Los Libros del Jata, Bilbao