Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola

Blog

Guardando la viña

Etología

Nos dice el Diccionario de la Real Academia que es un instrumento destinado a hacer señales telegráficas por medio de la reflexión de los rayos del sol en un espejo movible. Si nos fijamos en su origen etimológico, tendríamos que señalar que se trata de un aparato que hace dibujos con ayuda del sol. Me estoy refiriendo a un heliógrafo, término formado por la raíz griega helios, sol, y la terminación -graphos, aparato que hace gráficas. Curioso, ¿no? Pero alguien podría preguntarse qué tiene esto que ver con la Naturaleza. Sigamos avanzando.

Los meteorólogos utilizan un aparato para medir la intensidad y duración de los rayos solares. No por casualidad, este aparato también se conoce como heliógrafo, y consiste en una esfera de cristal capaz de concentrar la luz del sol sobre una cartulina que poco a poco va quedando marcada por un trazado como resultado del calor provocado por la luz. Ya, pero esto sigue sin tener relación con la biodiversidad. Bueno, hasta cierto punto. Si nos fijamos bien, ambos instrumentos tienen algo en común, la luz del sol, y si no hay luz, no vemos nada de lo que nos rodea, ni paisajes, ni plantas, ni animales… Sí, pero ¿no parece esto un argumento muy rebuscado?

 

Heliógrafo (Fuente: tiempo.com)

 

Vale. Pensemos, por ejemplo, en un ave tan cercana y abundante como llamativa, la urraca. Es probable que sea de los animales más llamativos de nuestro entorno por su manifiesto contraste de colores blanco y negro, sus movimientos, los reflejos iridiscentes de su plumaje. Y, como todos sabemos, la urraca no es de costumbres nocturnas. Esos detalles tan sugerentes le servirían de poco por la noche. Bien, pues la urraca no es vistosa por capricho. Esos coloridos detalles permiten localizar al ave fácilmente en vuelo, en medio del ramaje o en el suelo.

 

 

Sin duda, ese aspecto tan provocador debe proporcionarle ventajas, no solo el hecho de verse unas a otras, lo que facilita la comunicación social (1) y la posibilidad de compartir unos recursos alimenticios. También le permite advertir de la presencia de un depredador merced a movimientos, aleteos y desaforadas llamadas. Y no menos importante es el hecho de que otros carnívoros y necrófagos las detecten, pues tal vez se trate de la presencia de un cadáver que las urracas no pueden desgarrar. En tal caso, se ven obligadas a llamar la atención para que otros, dotados que picos más fuertes, se encarguen de esa tarea. A las urracas les toca esperar su turno, que siempre llega, aunque sea para quedarse con las migajas.

Vemos, pues, que el aparatoso colorido de las urracas ha favorecido su éxito evolutivo, no ocultándose en el entorno, sino llamando poderosamente la atención de propios y extraños. El admirado Rodríguez de la Fuente llamaba a estos animales heliógrafos vivos, y los etólogos hablarían del carácter fanérico o aposemático de estos individuos interesados en ser vistos con facilidad. Por cierto, el término fanérico también procede del griego phanerós, visible, pero no está recogido en el DRAE. Sí fanera, que en medicina es una estructura visible aneja a la piel, como los pelos y las uñas. Al alimoche, por ejemplo, le pasa lo mismo que a la urraca. Necesita hacerse ver por los buitres para que sean estos quienes desgarren la dura piel de los cadáveres; de ahí el contraste blanco y negro de su plumaje.

 

 

El aposematismo no es atributo exclusivo de las aves. Muchos insectos se revisten de colores llamativos para advertir a otros de su aparente peligrosidad. Pero terminemos con otra ave de marcado carácter fanérico, otro de esos heliógrafos vivos, la abubilla. Si partimos de la base de que no existen adornos inútiles en la Naturaleza, la cresta de esta ave, así como las bandas blancas y negras de sus alas desempeñan una misión comunicativa destinada a sus congéneres: ¡atención, peligro!; o también ¡ojo, este territorio es mío!

 

Abubilla (Fuente: seo.org)

 

Y lo mismo pasa con el color blanco y negro de una orca, la combinación tricolor del rabilargo, esas moscas inofensivas que se hacen pasar por avispas, la abundante melena del león, el contraste cromático de algunos insectos o la brillante tonalidad que exhiben ciertas ranas venenosas, por poner algunos ejemplos. Todos ellos están tratando de hacerse visibles, patentes, a nadie le interesa pasar desapercibido, tal vez porque, como dice el refrán, el miedo guarda la viña, el temor a un fatal encuentro o un hipotético ataque es suficiente para evitar que se cometan tropelías contra la propiedad de otro. Con estos destacados atributos el titular del territorio o “pareja oficial” de la hembra viene a avisar: “No te digo que te vayas, pero ¿qué haces aquí?”. Lo más probable es que el aspirante se lo piense dos veces, aunque no siempre ocurre.

 

(1) Araújo, J. (coord.). (1991). Enciclopedia Salvat de la fauna ibérica y europea, Salvat, Barcelona.