Blog
Sentidos emplumados. La vista
¿Qué se siente al ser un ave? Curiosa pregunta que bien podría servir como subtítulo de una obra sobre el comportamiento de las aves. Bueno, en realidad, eso es lo que es. Pero más allá de una cuestión que trata de ahondar en los sentidos de las aves, es algo que nos hemos planteado cada vez que desde una cumbre contemplamos el caótico vuelo ordenado de los aviones roqueros trazando imposibles geometrías aéreas, o admirando el pausado y sereno planeo de los buitres por debajo de nuestro puesto de observación. ¿Qué sensación deben tener las aves teniendo el control del espacio aéreo? ¿Cómo captan el entorno? ¿Qué traman cuando cantan?
Si pensamos que por la mente de un ave no pasan las cosas que pasan, de nada sirve preguntarse por sus sentidos, como ha hecho Tim Birkhead (1) tras muchos años como ecólogo del comportamiento y ornitólogo. Es interesante conocer cómo se areglan los pájaros para percibir el mundo; incluso es interesante para aficionados como nosotros. Su simple observación cotidiana despierta nuestra curiosidad y abre las puertas para descubrir más cosas sobre su modo de actuar.
La vista, por ejemplo. Varios sabios antes que Birkhead mostraron su interés por el sentido de la vista en el hombre. Los antiguos griegos, Galeno, Kepler, Newton, Descartes, Leywenhoek —inventor del microscopio—, Ramón y Cajal o Darwin centraron parte de su atención en el sentido de la vista, haciendo frente a veces al creacionismo. Y en un viejo manual de los albores del siglo XX encontró Birkhead la explicación a la magnífica vista del halcón, el águila y otras aves. No podemos negar, desde luego, que se trata de un sentido bien desarrollado cuando son capaces de moverse con la destreza que lo hacen entre tupidos sotos y enramadas sin sufrir el menor percance. Birkhead expone, además, que unas aves gozan de excelente agudeza visual, como el cernícalo, capaz de divisar un insecto de pocos milímetros desde cien metros de altura, y otras aves tienen sensibilidad visual, como el búho, que puede ver con bajos niveles de luz.
Algunas aves visten libreas de colores especialmente llamativos, lo que les permite realizar vistosas exhibiciones sexuales. Charles Darwin pensaba que tales características habían evolucionado porque aumentaban el éxito reproductor, no por mejorar las opciones de supervivencia. Es lo que llamó selección sexual, algo que compensaba los riesgos ante posibles depredadores. Sin embargo, Darwin no pudo explicar cómo se beneficiaban las hembras al aparearse con machos atractivos. Pero esto se reconoció tras su muerte: en efecto, la hembra ve al macho de colores seductores y lo selecciona al objeto de adquirir los mejores genes para su descendencia. La belleza está en el cerebro de quien la mira.
El cerebro está dividido en dos hemisferios, de modo que la mitad izquierda procesa la información de la parte derecha del cuerpo, y viceversa. Así ocurre también en las aves. Pensemos, por ejemplo, en una gallina, cuyos ojos están dispuestos a ambos lados de la cabeza. Al parecer, el ojo derecho suele usarse para actividades que requieren ver de cerca, como alimentarse, y el ojo izquierdo para las de lejos, como detectar depredadores. Según esto, disponer de una acusada lateralidad proporciona mayores habilidades al individuo y, por tanto, más oportunidades de supervivencia. Asombroso, ¿no?
Recordemos por último que la retina tiene dos tipos de células fotorreceptoras, los conos, que nos permiten detectar el color, y los bastones, responsables de la visión nocturna. Nosotros disponemos de tres tipos de conos, un perro dos, y un ave cuatro. Esto hace posible que las insectívoras capten una más amplia gama de colores, lo que les ayuda a cazar insectos e incluso a distinguir aquellos de sabor potencialmente desagradable. Las aves aprenden esto por ensayo y error.
Quizá haya que terminar admitiendo que no podemos saber lo que se siente siendo otro, sea gato, pez, mariposa o gorrión. El error reside en querer ver todo desde nuestro humano punto de vista, y sería mejor concluir diciendo que apenas somos capaces de imaginar los sentimientos de otros, no de conocerlos, pues son subjetivos, personales e intransferibles.
(1) Birkhead, T. (2019). Los sentidos de las aves. Qué se siente al ser un pájaro. Capitán Swing, Madrid.