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Un regalo, por favor
Los cánones sociales humanos mandan que en determinadas fechas conviene hacer regalos a la pareja. Un cumpleaños, un aniversario, un día señalado… ¿por qué no un día cualquiera? La creencia popular es que de esta manera se afianzan relaciones, se logran objetivos o se transmiten los mejores deseos. Con lo fácil que resulta a veces decirse simplemente “te quiero”. Pero no, la industria comercial ha tenido mucho interés en marcarnos infinidad de caminos para comprar cosas que, con harta frecuencia, no sirven para nada, salvo para engordar las carteras de unos cuantos.
Pero más allá de esta cultura del despilfarro, del comprar por comprar, del consumerismo más que del simple consumismo de artículos realmente necesarios, nos asombraría descubrir que los animales también se hacen obsequios cuyo objetivo es la seducción en plena temporada de búsqueda de pareja, tiempo que, por cierto, ya está comenzando. Es el macho quien normalmente se devana los sesos para atraer a la hembra, muchas veces exigente, a fin de que sus posibilidades de apareamiento se mantengan intactas. El regalo bien puede consistir en un flamante pisito, al abrigo de las inclemencias climáticas, un manjar delicioso o algún objeto atractivo que sirva como adorno para el nido o que tenga alguna forma o color especial, el caso es que despierte el interés de la que puede ser su pareja. Aunque no siempre hay acierto en la elección. ¿No nos pasa a nosotros lo mismo? Vitus B. Dröscher (1) nos cuenta el caso de una grajilla que acolchó el suelo de su nido con lana de oveja para acondicionar el habitáculo de la forma más cómoda y agradable posible. La hembra quedó satisfecha. Pero un buen día acertó a pasar por allí un caminante que arrojó al suelo una colilla de cigarro encendida. Al macho de grajilla le llamó poderosamente la atención y, ni corto ni perezoso, acudió veloz a recogerla del suelo para llevarla al nido como presente para su pareja. Fue gorda la que lio: la lana comenzó a arder, luego el nido y el fuego se extendió a las ramas del árbol. La pareja de grajillas tuvo que buscar otro sitio donde construir un nuevo nido. Hemos de suponer que el macho se llevaría una buena reprimenda.
Dice Alec Nisbett (2) que durante el periodo nupcial los machos de las grajillas alimentan a sus compañeras, que adoptan una actitud infantil, tanto en lo que se refiere a su postura como a sus gritos (a). Por su parte, la hembra suele despulgar al macho, sobre todo en la región occipital, a donde él no puede llegar con su propio pico (b). Esta desparasitación ritual puede ser mutua, aunque generalmente el dominante es más desparasitado por el dominado, y el macho por la hembra.
A veces el regalo puede consistir en una sesión de trinos y gorgoteos o en un espectáculo de acrobacias aéreas, piruetas o bailes inverosímiles. Sea como sea, nada es gratuito. Es el precio que el macho ha de pagar por el apareamiento. ¿Qué pasa si al macho se le olvida el regalo? Suele ocurrir en el mundo animal que la pareja no se rompa por ese “pequeño” detalle, pero de copular… nada de nada. Tal parece, por tanto, que el asunto de los regalos dista mucho de ser pura galantería caballeresca, pues va en ello la continuidad de los genes.
La cuestión que nos asalta llegados a este punto es qué sucede cuando llega un tiempo de escasez de recursos. El macho podrá seguir encontrando abalorios, piedras u objetos diversos, pero si tiene por costumbre regalar una exquisita presa a su pareja, tal vez se la coma antes, por lo que habrá que dejar para otro momento eso de la procreación. Es posible, sin embargo, que la puesta de huevos o la camada sea inferior a lo normal. Por otro lado, si el aporte de nutrientes escasea, tampoco le conviene realizar un consumo extra de calorías en cantos, bailes, saltos o vuelos acrobáticos. La época de escasez supone, por tanto, un parón o un descenso en la natalidad de nuevos individuos. La sostenibilidad al servicio de la descendencia. Esto sí que es tener un elevado sentido de la conservación de la vida.
(1) Dröscher, Vitus B. (1986). Los animales son también humanos, Planeta, Barcelona
(2) Nisbett, A. (1988). Lorenz. Salvat, Barcelona