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El abrazo de la muerte
La procesionaria del pino Thaumetopoea pityocampa (Denis y Schiffermüller) sigue siendo considerada como la plaga más importante de nuestros pinares. El daño característico que produce es la defoliación, que generalmente no mata al árbol pero sí lo puede debilitar en gran medida facilitando así el ataque por parte de otros enemigos. Además los estados inmaduros de la procesionaria (orugas), poseen pelos urticantes que dispersan cuando son molestadas produciendo irritación en piel y mucosas.
En La Serranía de Cuenca a fondo puedes conocer su ciclo biológico y la forma de combatirla, aunque nunca será suficientemente reconocido el papel desempeñado en esta lucha por parásitos y depredadores. Como parásitos actúan algunos dípteros e himenópteros. Como depredadores actúan hormigas, avispas, arañas, carboneros, herrerillos, abubillas, urracas, cuervos y críalos. Todos ellos atacan generalmente a las orugas, por lo que no deberíamos olvidar su situación en la cadena trófica. Esto, tal vez, nos permitiría poner en cuarentena la afirmación sobre su estatus como plaga.
Pero hoy me interesa detenerme en un aspecto curioso de su comportamiento. Cuando nuestro camino por el monte se ve cruzado por una de estas interminables columnas de orugas, podemos realizar un sencillo experimento sin hacer daño alguno al animal. Observamos que cada una camina lentamente tocándose con la que tiene delante y detrás, todas menos la primera y la última. ¿Qué pasa si con un palo retiramos de la fila a esta última? Aparentemente pasa desapercibida y la columna sigue su camino. Pero si hacemos lo mismo con una oruga del centro, la mitad trasera se detiene al perder contacto con las demás, han perdido el rastro. La mitad delantera continúa durante unos segundos, pero termina deteniéndose igualmente, como si se hubieran transmitido la señal de que algo no marchaba bien. Cuando la primera oruga de la mitad trasera vuelve a tomar contacto con las demás, la columna reemprende su marcha, aunque una de ellas haya quedado fuera.
¿Pero qué pasa cuando la que retiramos es la primera de todas? La columna entera es presa del desbarajuste. Es como si la oruga retirada fuera la directora del desfile, la única que conoce el camino. Esto fue lo que le pasó a la fila que encontré hace unos días. Las orugas que le siguen en los primeros puestos buscan y buscan, pero no saben por dónde deben seguir. Y finalmente vemos la razón de su desconcierto. He aquí la escena:
Aquí tenemos a la Iberesia machadoi, nombre confirmado por un experto de Biodiversidad Virtual. Esta cazadora tiene la costumbre de construir una madriguera en forma de tubo y cerrada con una tapadera gruesa que se encaja como si fuera un corcho de botella, de forma que la trampa queda prácticamente invisible. Tras esta tapa se esconde la Iberesia dispuesta a atrapar a las incautas presas que aciertan a pasar por allí. Los portugueses la llaman araña de madriguera o araña de trampilla. Está presente en España y Portugal y poco más se sabe de ella, pues fue descrita para la ciencia en 2006. Se creía que su área de distribución era las tres cuartas partes meridionales de Portugal y sus provincias limítrofes de España, incluyendo Cádiz y Málaga, pero parece oportuno revisar esta información.
Los datos de mi afortunado encuentro son los siguientes:
Fecha: 1 de mayo de 2014
Hora: 10,30
Lugar: Solana de Uña (Parque Natural de la Serranía de Cuenca)
Altitud: 1.300 metros
Hábitat: ladera orientada al Oeste, poblada por pinar y pradera. El suelo aún conservaba cierta humedad como consecuencia de las últimas lluvias.