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Más cerca del buitre leonado (y 2)
Los buitres no se toman la molestia de bajar si el objetivo es pequeño. Hay que tener en cuenta que cada individuo puede consumir entre 400 y 500 gramos de carne, hasta un máximo de 1,5 kilos. Por ello la presa debe ser mayor que un perro, a no ser que el azote del hambre esté causando estragos. Un caballo o una vaca pueden alimentar a una colonia entera durante varios días. Otro ejemplo de trabajo colaborativo en la Naturaleza, a lo que hay que añadir la inestimable ayuda de los córvidos —cuervos, cornejas, grajillas, urracas—, que son los primeros en llegar al cadáver, pero tampoco están preparados para abrir la dura piel de la res. Por eso graznan ruidosamente y se mueven de un lado a otro mostrando los brillos de su plumaje para llamar la atención del buitre.
El buitre es un animal desconfiado. Cuando llega junto a la res muerta, no se acerca a lo loco, sino que dedica un tiempo a comprobar que realmente está muerta. Por supuesto, no ataca porque ni sus garras ni su pico están diseñados para la predación. Eso sí, examina el entorno, manchas de sangre, heridas, nubes de moscas… y solo entonces se lanza al banquete. La presencia de córvidos también le tranquiliza, ya que son igualmente desconfiados. Cuando el primero de los buitres da el primer picotazo, se acercan los demás y entonces se olvidan los buenos modales: saltos, gruñidos, picotazos sin control, empujones… se suceden en plena confusión. Hasta aquí llegó la colaboración.
Se ha comprobado que un grupo de 50 buitres fue capaz de dejar una oveja o un ciervo en su esqueleto en solo 15 minutos. La eficacia debe ser máxima pues es mucha la competencia. La lengua del buitre tiene una especie de espinas orientadas hacia dentro con el fin de retener cualquier pieza de carne y dirigirla hacia el coleto, evitando así su pérdida. Como el pico del buitre tampoco es un fino cincel, empieza por las partes más blandas: los ojos, el morro y la lengua y la zona anal. Siempre hay alguno que toma la iniciativa, y no tiene por qué ser el líder del grupo; basta que tenga la suficiente hambre como para mostrarse agresivo y convincente. Al resto solo le queda el recurso de la paciencia.
No hace mucho tuvimos la suerte de observar las evoluciones de un grupo de buitres que se lanzaban hacia el suelo, otros que seguían sobrevolando el lugar y otros muchos que esperaban su oportunidad en las laderas. Nos acercamos todo lo que pudimos, pero guardando las distancias para no interferir. Al rato llegó un vehículo ostentando ruidosas señales que no tuvo reparos en detenerse a pocos metros del banquete. Luego continuamos viaje para alejarnos. Bueno, el caso es que los buitres tardaron poco en dar cuenta del menú.
Viendo comer a un buitre se comprende fácilmente la razón por la que no tiene plumas en el cuello, de unos 30 centímetros de largo. Y es que el buitre introduce la cabeza todo lo que puede en el cadáver para extraer las piezas más apreciadas, las vísceras, el corazón, los pulmones, el hígado. Si tuviera plumas en el cuello, le costaría mucho trabajo limpiarlas tras el banquete. Así, solo tiene que restregarse en la hierba, las piedras o la propia piel del animal muerto. Si queda algo, espera a que se seque al sol y luego lo desprende con las patas.
Algún día descubriremos más detalles de la vida de esta ave tan cercana como desconocida, con la esperanza de que sepamos apreciarla mejor. De momento, aquí os dejo un breve vídeo de nuestro amigo el buitre.