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Blog

Una historia de amor en mis manos

Fauna

Dedicado a María, que tanto pánico le dieron (y aún le dan) estos “horribles monstruos”.

 

En plena canícula, cuando apenas llevamos dos semanas de estío, meto los pies en el Escabas, con aguas que rondan los 10 grados, lo suficiente para no sentir los dedos en pocos minutos. Pero solo así puede uno ser testigo de escenas entrañables como la que voy a relatar.

La historia podría comenzar con el consabido “érase una vez…”, pero es real y actual, así que mejor diré son esta vez dos caballitos del diablo, un nombre que, por cierto, no hace justicia a su iridiscente belleza. Debemos la identificación de esta criatura al incansable trabajo de nuestro amigo Carl von Linnaeus, que en 1758 le daba para descubrir para la ciencia todo lo vivo con que se topaba. A estos insectos los bautizó como Calopteryx virgo.

Macho de Calopteryx explorando el teatro de operaciones.

 

Él, de tonos metalizados entre el azul y el verde, con las alas casi enteramente azules; ella, de color pardo verdoso y las alas más transparentes. El teatro de operaciones, un pequeño ejemplar de menta acuática, lo que vulgarmente se conoce como té de río, que apenas sobresale unos centímetros de la fría y limpia lámina de agua.

El macho se acerca a la hembra, que ya encontró un mullido tálamo nupcial.

 

Él merodea por el lugar, va, viene, se para, da otra vuelta. Entonces llega ella y comprueba la plataforma de trabajo, se posa sobre las hojas de menta y parece dar el visto bueno. Él, mientras tanto, revolotea sin parar, inquieto, expectante, impaciente, quizá vigilando que ningún otro macho se atreva a intervenir. Entonces ella, en un inusitado golpe de audacia que me deja perplejo, se posa delicadamente en el dorso de mi mano. Él, confiado, la sigue; no sé si ella le habrá dicho que soy de fiar, o es que el anhelado momento está a punto de llegar y le da igual el sitio escogido por ella. Ese momento mágico es el apareamiento, que se produce sobre mi propia piel.

El macho agarra a la hembra por el cuello...

 

Sus cuerpos se unen llegando a formar un elegante corazón: él retuerce su estilizado abdomen para cogerla a ella, grácilmente, por el cuello; ella también se retuerce para alcanzar el tesoro de la continuidad que él guarda en la base de su abdomen.

...y se unen formando un corazón iridiscente.

 

Lo que está pasando es que ella está recogiendo el esperma que el macho guarda en la base de su abdomen. Cuentan los entomólogos que el esperma de otros posibles machos con los que la hembra hubiera realizado una cópula anterior, es retirado por el macho con una especie de paleta o espátula que posee en su abdomen, asegurándose de ese modo que los huevos fertilizados durante su cópula serán inseminados únicamente con su esperma.

Cuando se separan, ella vuelve a posarse sobre la menta e introduce el extremo de su abdomen bajo el agua, donde pondrá los huevos, mientras él sigue vigilando que ningún intruso interrumpa la escena, una escena prodigiosa que he podido presenciar en primera fila. Lo que pase después es otra historia.