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Algo no iba bien

Historia

"Si haces planes para un año, siembra arroz. Si haces planes para diez años, planta árboles. Si haces planes para cien años, educa al pueblo”.

Proverbio oriental.

 

1970. A punto de estallar la crisis del petróleo, el consumo de los recursos naturales se estaba multiplicando debido a la necesidad de satisfacer la demanda energética. El Club de Roma, una asociación privada compuesta por empresarios, científicos y políticos, empezó a preguntarse si había un límite al crecimiento económico y de consumo, hasta qué grado podía seguir consumiendo la humanidad como hasta entonces, si existía una barrera imposible de atravesar. De modo que encargó un estudio al MIT (Massachusetts Institute of Technology) cuyos resultados fueron publicados en marzo de 1972 bajo el título Los Límites del Crecimiento. En este informe se advertía lo esencial que era darse cuenta de las restricciones cuantitativas del medio ambiente mundial y de las trágicas consecuencias que tendría una extralimitación, a fin de iniciar nuevas formas de pensamiento; que la presión demográfica era tan elevada como desigual, por lo que urgía una mejora de los países en desarrollo; que el equilibrio mundial estaba unido a una relación más estrecha del hombre con la naturaleza; que la humanidad debía rectificar de forma urgente para no dejar el problema a las siguientes generaciones… ¿Ha cambiado algo la situación en cincuenta años?

 

 

Los países miembros de las Naciones Unidas, al menos algunos de ellos, debieron darse cuenta entonces de que algo estaba fallando, que la humanidad estaba haciendo algo (?) mal. Quizá de ahí surgió en 1972 la Conferencia de Estocolmo sobre Medio Humano (5 a 16 de junio), que ya contemplaba un principio específico sobre la educación:

 

“Es indispensable una labor de educación en cuestiones ambientales, dirigida tanto a las generaciones jóvenes como a los adultos y que preste la debida atención al sector de población menos privilegiado, para ensanchar las bases de una opinión pública bien informada y de una conducta de los individuos, de las empresas y de las colectividades inspirada en el sentido de su responsabilidad en cuanto a la protección y mejoramiento del medio en toda su dimensión humana. Es también esencial que los medios de comunicación de masas eviten contribuir al deterioro del medio humano y difundan, por el contrario, información de carácter educativo sobre la necesidad de protegerlo y mejorarlo, a fin de que el hombre pueda desarrollarse en todos los aspectos”.

 

En su recomendación 96, la Conferencia de Estocolmo pedía un mayor desarrollo de la Educación Ambiental, considerada como uno de los elementos fundamentales para poder enfrentar seriamente la crisis ambiental del mundo. Con este germen, entre los días 13 y 22 de octubre de 1975 se celebra en Belgrado el Seminario Internacional de Educación Ambiental, dando como resultado la llamada Carta de Belgrado, que promulga una declaración sobre educación que constituye el primer documento internacional para una intervención pedagógica en materia de medio ambiente. Exigir que el respeto del medio y su conservación se traten desde la más temprana edad se convierte en una reivindicación a la que todos nos tenemos que sumar. ¿Sería posible incluir esta disciplina en los programas de formación del profesorado para lograr una auténtica preparación en materia de medio ambiente? Aunque ha tardado un mundo en reaccionar, la Comisión Europea recomienda que la sostenibilidad, el cambio climático y el medio ambiente sean esenciales en educación.

 

 

Hace 50 años algo iba no bien con el planeta. El problema es que ahora la situación es mucho peor, y las medidas que debieron adoptarse a lo largo de cinco decenios son más acuciantes y necesarias. Más allá de la idoneidad de que exista un día dedicado a este o a cualquier otro asunto (1) —igual da que sea mundial, internacional o interestelar—, la educación ambiental debería contribuir en cualquier momento del año a incrementar la confianza en que es posible mejorar la salud del planeta, enseñar a la población qué es el medio ambiente y la importancia de mantener una buena relación con la naturaleza, sentar las bases de una conciencia medioambiental y sostenible en las nuevas generaciones que nos han prestado el planeta, o promover la ayuda solidaria y desinteresada a los colectivos que trabajan en los problemas ecológicos del entorno más cercano. Cada cual desde su ámbito personal —si es que todos nos implicamos en la tarea educadora— hemos de mostrar la realidad de la situación del planeta, potenciar la participación ciudadana, y convencer a los demás —el ejemplo es un camino viable— de que la aportación de todos es importante y necesaria. Todos a una con Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”.

 

(1) Para muestra, dos botones: 24 de enero, Día Mundial de la Educación; 26 de enero, Día Mundial de la Educación Ambiental.