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Animales de bellota (1)
Dicho así, pronto se nos va el pensamiento hacia esos suidos tan cercanos a nosotros, el cerdo y el jabalí. Porque todos sabemos que las bellotas suponen una valiosa fuente de alimento para ellos y fácilmente los imaginamos o los vemos hozando o escarbando entre la hojarasca para localizar estos frutos del bosque. Pero el título va dedicado al hombre, pues durante siglos se ha venido alimentando del mismo fruto o de los productos que ha sabido elaborar con él.
Vayamos por partes. Las encinas (Quercus ilex) y otras fagáceas se han venido cultivando a lo largo de la historia principalmente por sus frutos, las conocidas bellotas. Son unos glandes de color marrón oscuro cuando maduran, brillantes y con una cúpula característica formada por brácteas muy apretadas y densas, que los recubren aproximadamente en un tercio de su tamaño. Se distingue también de la coscoja (Q. coccinea) la caperuza de las bellotas, ya que en ésta recubre el glande hasta la mitad y el exterior es punzante, no así en otras especies de Quercus cuyas bellotas a veces son muy parecidas a las de la encina. Maduran de octubre a noviembre y algunos años incluso en diciembre.
Bellotas de encina (Q. ilex) sin madurar.
Se distinguen dos subespecies de la encina, Quercus ilex subsp. ilex y Quercus ilex subsp. ballota (sinónimos de esta última son también Q. rotundifolia y Q. ballota). Q. ilex subsp. ilex, de bellotas amargas, se caracteriza por unas hojas mas grandes y lauroides, además de un carácter mas atlántico (cornisa norte y Cataluña, fundamentalmente), mientras que Q. ilex subsp. ballota, de bellotas dulces, las presenta ovales y con borde más o menos espinoso (sobre todo en la base del árbol o en individuos jóvenes) y es menos exigente en su distribución. Por cierto, en el libro Los bosques ibéricos. Una interpretación geobotánica (Planeta, 2005) se afirma que en la subespecie ballota “la bellota puede ser dulce o amarga, por lo que no es cierto que produzca únicamente frutos dulces, como se afirma en muchas publicaciones, llegando algunas de ellas a utilizar este carácter como diacrítico (distintivo)”. Otros nombres comunes son carrasca, encina de bellotas dulces, encina dulce, bellota dulce o carrasca común. De todas maneras son frecuentes los individuos con caracteres intermedios, especialmente en las zonas de contacto de ambas subespecies.
Ejemplar de Q. ilex ssp. ballota, el de nuestro entorno próximo.
Las bellotas tienen un 30% de agua, más del 50% de hidratos de carbono —con un 9% de fibra— y el resto se reparte en lípidos (8%), proteínas (5%) y minerales (potasio, fósforo y calcio). Con estos mimbres no debe extrañarnos que el hombre haya utilizado las bellotas para algo más que dar de comer a sus cerdos. Pero eso no es todo. Se han usado en medicina popular por sus propiedades astringentes debido al ácido cuercitánico. Allá donde se aprecia su consumo humano, el fruto se toma crudo o tostado a la brasa. También se elabora un rico licor. Se les atribuyó la virtud de provocar la orina. Dioscórides (40-90 d.C.) dice que “comerlas en abundancia dan dolor de cabeza y engendran ventosidades, aunque son útiles a las mordeduras de los animales que arrojan de sí ponzoña”. Las bellotas, cocidas y bebidas con leche de vaca, se consideraban un excelente antídoto contra todo tipo de tóxicos.
Bellotas de quejigo (Q. faginea).
Ibn Wafid, médico toledano del siglo XI, en su recetario El libro de la Almohada, utiliza la bellota mezclada con otras plantas como “dentífrico que limpia la encía y hace desaparecer su humedad nociva”. También la recomienda con otros productos como “remedio útil —con permiso de Dios— para la incontinencia de la orina”. Más recientemente, la tradición popular atribuye a la bellota propiedades contra la diabetes.
Bellotas incipientes de Q. ilex ilex (Cantabria). Obsérvese la forma lauroide de las hojas.
Desde la prehistoria hay en Castilla-La Mancha datos de una intensa relación entre el hombre y la bellota, conocida también como glande o bálano. Se han encontrado restos de bellotas peladas en yacimientos de la Edad de Bronce que indican su almacenamiento para consumo humano. También se han encontrado en cerros defensivos vasijas de cerámica en las que aparecieron cotiledones de bellotas mezclados con restos de cereales carbonizados. ¿Se entiende por qué podemos decir que somos animales de bellota?