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Cuestiones que me traen de cabeza (1)

Interpretación de la Naturaleza

Vuelta a empezar. El ciclo de la vida continúa abriéndose paso, aunque podríamos estar discutiendo largo y tendido en qué punto comienza su andadura. Vamos, lo del huevo y la gallina. El caso es que las plantas, mejor dicho, la mayor parte de ellas, destinan una vez más buena parte de su energía a mostrar sus estandartes florales donde atesoran su carga genética, su promesa de perduración. Ahora bien, mientras uno dedica su tiempo a la contemplación de esta composición cromática y aromática, ve su curiosidad asaltada por nuevas preguntas que se agolpan con la exigencia de una respuesta coherente: ¿Por qué hay especies que florecen de golpe, en el mismo lapso de tiempo? ¿Por qué unas buscan la alianza de los insectos y otras se confían al viento para la propagación de sus caracteres hereditarios? ¿Cómo saben las plantas cuándo deben florecer? ¿Cómo evitan la autofecundación? La observación de las flores deja en este momento de ser algo poético y se convierte en un acto casi científico. El observador curioso se ve obligado a investigar para saciar su curiosidad, algo que no sucede únicamente con la floración, sino con la fructificación o el lugar donde se encuentra tal o cual especie, de modo que más y más cuestiones se acumulan a la espera de ser desveladas: Si una especie florece de forma sincronizada, ¿también da fruto de igual manera? ¿Por qué hay especies que no dan fruto todos los años? ¿Germina una semilla en cuanto cae al suelo? ¿Qué tiene más ventajas, vivir aislado o con otros congéneres? Vayamos por partes y no se amotine la tropa.

Estrella amarilla (Gagea durieui

Digamos en primer lugar que la formación de las flores exige a la planta un elevado consumo de energía, luego el resultado debe merecer la pena. La cuestión es saber cuándo hacerlo. Parece claro que el final del verano y el otoño es tiempo de prepararse para lo que a la planta se le viene encima y almacenar reservas para soportar el frío. Y puesto que no puede coger sus cosas y largarse, no le queda más remedio que interpretar los cambios de luminosidad, temperatura, humedad, etc. para  adaptarse a las condiciones. Entra entonces en letargo, que no quiere decir estar muerta. Cuando termina el invierno la prolongación del fotoperiodo y el aumento de la temperatura dan la señal a través de unas proteínas que se sintetizan en las hojas para entender que ha llegado la primavera y es hora de despertar, que es momento de producir nuevas hojas y de la floración. Esas proteínas indican no solo cuándo debe empezar la floración, sino dónde deben aparecer las flores. Recordemos, sin embargo, que hay plantas que reaccionan de forma diferente al fotoperiodo y les da por florecer cuando la insolación es menor, por lo que podremos encontrar flores de invierno.

Boj (Buxus sempervirens)

 

Otra cuestión sería por qué todos los individuos de la misma especie florecen de forma sincronizada. Bueno, pues la respuesta parece sencilla: se trata de favorecer el intercambio genético entre ellos; de no ser así, un individuo se vería obligado a autofecundarse, con lo que llegaría a la endogamia y, en consecuencia, a la reducción del vigor reproductor y de la capacidad de supervivencia. De nada le sirve a un pino producir su flor si el pino de al lado aún se lo está pensando. La floración sincronizada asegura el éxito reproductivo y la permanencia de la especie.

Inflorescencia masculina de Pinus nigra.

 

Si seguimos el proceso, el siguiente paso es el transporte de los granos de polen. La forma natural es mediante el viento, pero la evolución ha favorecido el desarrollo de otros tipos de distribución, sobre todo relacionada con los animales; para ello, las flores tuvieron que desarrollar estrategias que sirvieran de reclamo capaces de llamar la atención de esos animales. Si hacemos un pequeño ejercicio de memoria, este asunto sí que trajo de cabeza al mismísimo Darwin, para quien el éxito de las plantas con flor (angiospermas o magnoliofitas) se convirtió en un abominable misterio.

Jara blanca (Cistus albidus)

 

Sin embargo, esto que parece constituir un avance evolutivo, puede convertirse en un inconveniente si pensamos en el calentamiento climático. Recordemos que las hojas detectan las condiciones ambientales idóneas para la floración. Un aumento de la temperatura no debería ser mayor problema para las plantas que se sirven del viento para propagar su polen, pero un adelanto de la floración en las que se sirven de los insectos puede suponer la pérdida de una temporada si estos aún no han llegado.

(Continuará...)