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Curiosidades emboscadas (3): otros talleres
Hace algunas semanas tratábamos de desvelar quién había colocado unas misteriosas piñas en las grietas de los árboles, y descubrimos las andanzas del pico picapinos. Pero conviene saber que hay otras aves que tienen la misma costumbre para dar cuenta de pequeños frutos silvestres como nueces o avellanas. Un ejemplo lo tenemos en el trepador azul (Sitta europaea).
Entre las particularidades de este pequeño pájaro de nuestros bosques figura el hecho de ser capaz de caminar hacia abajo por los troncos. En cierta ocasión coloqué una mezcla de comida para pájaros y margarina en la corteza de un árbol y me senté a esperar a pocos metros. El trepador azul no tardó en acercarse para devorar con ganas ese alimento que le vino como caído del cielo.
El trepador azul utiliza cualquier agujero del tronco para anidar, y si lo ve demasiado grande, no dudará en cerrarlo con barro para ajustarlo a su tamaño y evitar la entrada de depredadores. Lograr una imagen de este nido será uno de mis próximos objetivos. Pues bien, supongamos que nuestro trepador encuentra una suculenta avellana. La cogerá y la introducirá en una grieta de la corteza apretándola hasta que quede bien sujeta. Con paciencia picará en un lado de fruto, practicando un agujero más bien irregular por el que vaciará el contenido.
Es posible que en otoño encontremos pequeños almacenes de avellanas y otras clases de semillas en grietas de árboles y en lugares parecidos, para que sirvan al trepador de almacén de alimentos en invierno. Y seguramente los hallarán las mismas aves que los pusieron, pues los trepadores conservan su territorio.
Otro de los talleres fáciles de localizar es el practicado por la ardilla común (Sciurus vulgaris). Bajo la copa de un pino o sobre un tocón o una piedra podemos encontrar los restos de un banquete de piñones. Si eligen estos lugares es para tener un amplio campo de visión por si se acerca un depredador. Y a buen seguro que habrá un buen montón de escamas arrancadas, ya que los piñones son pequeños y la ardilla necesita gran cantidad de ellos para tener alimento suficiente.
También estarán por ahí los conos desgarrados. La ardilla sujeta el cono con las patas delanteras y la punta hacia el suelo, y empieza a quitar escamas desde la base, haciendo girar el cono, ya que las escamas están dispuestas en espiral. Al final queda el cono con el eje algo deshilachado y con un penacho en la punta, que es donde menos semillas hay.
El ratón de campo (Apodemus sylvaticus) también practica el arte del taller. Los ratones roen los conos en el suelo, colocando una pata delantera sobre el eje y la otra sobre la parte que aún tiene escamas, que son arrancadas por completo una a una, dejando el eje más limpio que las ardillas. Suelen dejar menos escamas en el extremo, tal vez porque necesitan menos longitud de eje para sujetar el cono, y es posible encontrar conos sin penacho. En la siguiente imagen vemos juntos unos conos trabajados por un pico (izquierda) y por un ratón (derecha).
Los talleres de ratón de campo son menos visibles que los de ardilla porque con frecuencia los primeros buscan refugios entre la hierba o en cavidades rocosas para comer en paz. En estos escondites también podemos hallar restos de otros frutos como avellanas o bellotas. El ratón, en este caso, sujeta el fruto con las patas delanteras apretándolo contra el suelo y comienza a roer por el ápice.
El hallazgo de estos talleres en nuestros paseos por el campo es una gran experiencia y su identificación constituye una actividad entretenida y enriquecedora.