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Curiosidades emboscadas 8: Desafíos a la gravedad

Interpretación de la Naturaleza

Solo paseando por el campo puede uno contemplar este tipo de cosas, especialmente si el caminante va observando con curiosidad a su alrededor, algo que es menos habitual de lo que cabría pensar. Algunas de estas cosas son tan frecuentes y se encuentran tan cerca de nosotros que uno podría creer que la Naturaleza las ha puesto ahí para nosotros en exclusiva. Porque, hay que reconocerlo, los paredones rocosos que adornan nuestro paisaje se prestan a ello. Es el caso de esos arbustos y árboles que han tenido el capricho de germinar en una grieta caliza, a varios metros por encima del camino, donde cualquiera diría que es imposible encontrar el agua y las sales minerales necesarias para el sustento vegetal.

Dar una explicación a ese pino que retuerce su tronco como si quisiera escapar de la dura y fría roca no resulta complicado. Recordemos que su semilla es capaz de viajar empujada por el viento gracias a esa especie de delicada ala que dibuja una auténtica hélice giratoria. Los botánicos llaman sámara a este conjunto y fácilmente podemos deducir que dicha semilla ha llegado hasta la roca a merced del viento.

Pero ¿podemos decir lo mismo de una encina, un quejigo o un tejo? Ni la bellota ni la semilla del tejo vuelan. Podría ser que cualquiera de ellas hubiese caído desde un árbol situado por encima de la grieta, al borde del cantil calizo, pero no es probable que la gravedad tenga semejante puntería. Tal vez habría que pensar en un agente externo, alguien que haya escalado hasta esa altura y haya colocado la semilla dentro. No, los escaladores no están para eso, y la voluntad de los animales no llega a esos extremos de conciencia cultivadora. Tal vez alguien lo ha hecho sin darse cuenta, sin ese propósito repoblador…

Conviene señalar que algunas aves como el arrendajo toman las semillas que encuentran y acostumbran a esconderlas en algún agujero o enterrarlas en el suelo. Luego son capaces de recordar dónde tienen su improvisada despensa, pero no siempre, de modo que esa encina, quejigo o tejo bien pudieron germinar allí gracias a la desmemoria de un arrendajo u otra ave de hábitos similares.

Continuamos nuestro paseo virtual, esta vez por un sabinar, y encontramos un viejo ejemplar de sabina albar abierto como si se hubiera colocado una gigantesca cuña sobre su tronco y este se hubiera partido en varios trozos que ahora yacen tendidos sobre el suelo. El caminante ha visto muchas veces esta sabina cuando aún se levantaba erguida sobre el suelo, y la ha admirado por su dureza y su resistencia a los elementos. Ahora, en cambio, queda impresionado al verla caída, derrotada y, muy probablemente, a merced del ataque de hongos, humedad… ¿Qué es lo que ha pasado con la sabina?

Las normas no escritas por la madre Naturaleza marcan que el tronco de los árboles debe crecer garboso, enhiesto, levantándose recto desde el suelo y terminando en una copa más o menos globosa y de ramas fuertes. Las raíces estarán diseñadas para extenderse por el subsuelo y sujetar con firmeza al árbol. Tales normas no se dictan por capricho, sino para lograr la necesaria estabilidad de los individuos, de modo que estos sean capaces de soportar el empuje del viento o el peso de copiosas nevadas. Así era nuestra sabina, un espécimen aparentemente indestructible, pero en algún lugar del tronco debía tener un punto débil, una grieta, una parte podrida… por donde se inició el desgarro del tronco. Poco a poco la herida se fue haciendo mayor hasta que el fuste no pudo resistir el peso de las ramas y se vino abajo. Ahora, incluso en esta situación tan rastrera, la sabina puede seguir viviendo, aunque el tiempo dirá lo que tarda su madera en verse atacada por agentes externos.

Los pinos también tienen la fea costumbre de no ajustar su crecimiento a los cánones prescritos por la Naturaleza. Incluso en un paraje más o menos llano podemos encontrar un ejemplar totalmente curvado que ha querido llevar su copa hasta el suelo. Es posible que el que vemos en la imagen tuviera el tronco tan delgado y flexible que no pudo resistir el peso de la nieve. Las nuevas ramillas crecerán algún tiempo tratando de levantarse en busca de la luz, pero muy difícil tiene el árbol la recuperación de su porte erguido.

En los taludes tenemos ejemplos más habituales que este, con árboles arqueados o inclinados en contra de las normas. Aunque debemos reconocer que en este caso el arqueamiento ha sido provocado por un deslizamiento del suelo a lo largo de los años por efecto de la gravedad o por un desplazamiento de la nieve. Así, los ejemplares más jóvenes se empezaron a inclinar, pero más adelante trataron de crecer según los cánones establecidos, rectos hacia arriba, quedando la parte inferior ya doblada, y de ahí deriva la curvatura del tronco.