Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola

Blog

Escrito en los árboles

Libros

 

La dendrocronología es la ciencia que utiliza los anillos de crecimiento de los árboles para estudiar el clima del pasado y su impacto sobre los ecosistemas y la sociedad. El término procede del griego dendros, árbol, y chronos, tiempo. Esta rama del saber vino a solucionar una vieja disputa sobre la autoría del famoso violín Mesías, que unos atribuían a Stradivari (1716) y otros a Jean Baptiste Vuillaume (1737), otro experto fabricante de violines. El asunto podría parecer trivial pues, al fin y al cabo, se trataba de una diferencia de solo 21 años. Pero claro, no vale lo mismo un violín Stradivarius que otro fabricado por un imitador. Finalmente se resolvió a favor del primero, pues los anillos del Mesías indicaban que el violín fue construido con madera de un árbol talado entre 1689 y 1701.

 

El Mesías, de Antonio Stradivari (1716)

 

Valerie Trouet es dendrocronóloga y nos cuenta en Escrito en los árboles cómo ha evolucionado la ciencia desde sus orígenes, para acabar siendo una de las principales herramientas a la hora de estudiar las complejas interacciones entre los bosques, los humanos y el clima. Y no deja de resultar curioso comprobar cómo nació esta ciencia en pleno desierto de Sonora, Arizona, donde escasean los árboles, y de la mano de un astrónomo, Andrew Ellicott Douglass, fundador del Laboratorio de Investigación de Anillos de Crecimiento (LTRR, por sus siglas en inglés) con el fin de avanzar en sus estudios de paleoclimatología y arqueología. Esto le sirvió para lanzar la hipótesis de que los anillos de crecimiento de los árboles se podían utilizar como indicadores de los ciclos pasados de la actividad del Sol y su influencia sobre el clima de la Tierra. La aplicación de la dendrocronología a la arqueología permitió la datación de importantes yacimientos prehistóricos. Esta ciencia, por tanto, ha supuesto una contribución muy importante para todo aquello que cuenta con una edad de varios siglos e incluso milenios.

 

San Giacomo di Galizia, un barco de la armada de Felipe II hundido en las costas de Ribadeo.

 

Recordemos que los anillos de crecimiento pueden contarnos la historia de un árbol. Como sabemos, los años húmedos dan anillos anchos por su mayor crecimiento —Trouet dice que el árbol está feliz—, mientras que los años secos dan anillos estrechos —el árbol, entonces, está triste—. Esta alternancia crea una secuencia similar en los árboles de una misma región, y esto permite la datación de edificios antiguos y artefactos fabricados con madera, lo que nos ayuda a comprender el caso del violín Mesías. Abre la puerta, además, al conocimiento de cómo fue el clima en una determinada época de una región concreta.

Valerie Trouet adereza su relato con experiencias a lo largo de su vida profesional como dendrocronóloga para contar cómo les gusta a los árboles hablar del tiempo: sequías, inundaciones, tormentas, épocas de frío o de calor. Son factores que los dendroclimatólogos llaman limitantes y que les sirven para reconstruir el clima de forma más fiable. Buenos testigos de ello son árboles como Hyperion, una sequoia roja de casi 120 metros de altura, o Adonis, el árbol vivo más viejo de Europa, con 1.075 años, con permiso de Old Tjikko, una pícea de Noruega clónica de 9.550 años. En general, los árboles singulares son muy antiguos y tienen enorme trascendencia para la cultura popular. Los ejemplos mencionados no hacen sino dejar meridianamente claro que nuestros árboles más vetustos no pasan de ser simples párvulos a su lado. Deberían tener cuatro mil años más para equipararse a ejemplares de Pinus longaeva del oeste de Estados Unidos, como el viejo Matusalén, de 4.847 años, o Prometeo, de 4.862 años, que fue talado por error en 1964 para contar sus anillos.

 

Huerto de Matusalén del Ancient Bristlecone Pine Forest, en White Mountains, Inyo County, California (Imagen de Oke en Wikipedia, licencia: CC BY-SA 3.0.). La ubicación exacta de Matusalén es un secreto, y no se han publicado fotos para evitar su localización.

 

Sean o no longevos, altos o gruesos, leer los anillos de los árboles con la atención que merecen permite interpretar de forma correcta las historias que nos cuentan. Para ello es necesario algo de talento, un montón de entrenamiento, mucha concentración y una comprensión adecuada del funcionamiento de los árboles. Son cualidades que, sin duda, despliega Valerie Trouet en las páginas de Escrito en los árboles. La dendrocronología es una ciencia utilizada no solo para estudiar el clima y la historia más reciente, sino para entender qué hemos estado haciendo los humanos en el escaso tiempo que llevamos en escena.