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Huir a la naturaleza
¿Qué sucede si una familia moderna abandona la sociedad actual y se marcha al bosque a vivir una vida más libre y sencilla?
Vivir una vida más auténtica, encontrar sentido a la existencia, escuchar la música del mundo… Son algunas expresiones que definen lo que puede significar la vida de una familia que abandona la sociedad actual y se marcha al bosque. No se trata de una huida hacia delante, ni de dar un paso atrás; se trata de una salida para encontrarse a sí mismo, reencontrarse y encontrar el sentido de la vida. Porque al ritmo actual perdemos el control sobre nuestra existencia y la libertad de tomar decisiones.
Estas líneas podrían ser el resumen de un radical cambio en el modo de vida, que es lo que viene a reflejar Andrea Hejlskov en Nuestra casa en el bosque (Volcano, 2018). Y aquí podría terminar este análisis personal del libro, si no fuera porque, en realidad, no resulta fácil semejante tránsito, si admitimos que la vida en la naturaleza salvaje es más dura que bucólica. Hablamos de vivir sin electricidad, sin agua corriente, sin calefacción, sin retrete…
Andrea Hejlskov ante su casa en el bosque
Vayamos por partes. Nuestro modelo actual de vida supone ir con prisa a todas partes, comprar lo que nos dicen, no lo que realmente necesitamos, llevar a los niños al colegio, traerlos, mantenerlos ocupados, soportar atascos, compartir el tiempo que vamos en el coche, llegar a casa a las tantas y hacer la comida del día siguiente —si es que comemos en casa—, ver la televisión o apagar la luz al tiempo que decimos “hasta mañana”. Seguro que me dejo algo. Todo ello mientras hacemos como si no pasara nada dando la espalda a un mundo que se desmorona. ¿Hay algo peor que esto? Sí, mantener este estilo de vida rodeados de guerras, corrupción, injusticias, malos modos, una clase política sin clase, crisis ambiental galopante, altos precios, trabajos mal pagados…
Solución: vivir en un entorno solitario, en el corazón de la naturaleza, alejados de cualquier cobertura telefónica, algo que, bien mirado, no es tan trágico como parece. Tal vez por desdramatizar un poco, Andrea quiere hablar de la felicidad, esa que sentía junto a su familia cuando dormían en la playa, cuando estaban fuera de casa, cuando se alejaban de lo cotidiano. Pero el sistema es envolvente y nos atrapa a todos hasta la desesperación. ¿Es suficiente motivo para huir a la naturaleza y empezar de cero?
Un cúmulo de incertidumbres y deseos se confabulan para dar pie al comienzo de una aventura, acaso una nueva forma de vida. El relato sugiere por momentos una vuelta a los tiempos en que el ser humano era cazador-recolector, en que nada ni nadie decidía por él, sino que hacía lo que quería con su vida condicionado únicamente —y no es cosa menor— por la necesidad y disponibilidad de recursos. Una vida integrada en el entorno.
Recoger frutos silvestres ocupa parte de la jornada de Andrea Hejlskov y su familia
Andrea Hejlskov emplea el discurso novelado de su propia experiencia para proponernos una especie de desafío: ¿Seríamos capaces de prescindir del móvil y el ordenador? ¿Sabríamos salir adelante en las situaciones difíciles que supone vivir en la soledad del bosque? ¿Renunciaríamos a las comodidades que tenemos al alcance de la mano a cambio de tener que esforzarnos por conseguir todo lo necesario? ¿Sería, en todo caso, una propuesta realista? Queda tiempo incluso para la duda, los miedos y la reflexión: “«Qué extraño, lo primero que hacemos es talar árboles, arrancar unas matas que se aferran a la tierra. ¿Será eso lo que significa el hecho de ser humano? ¿Crear un lugar para los seres humanos? ¿Es eso lo que hacemos los humanos? No lo sé». Mis pensamientos: un murmullo interminable”, escribe Andrea. Son meditaciones de las parece desprenderse y, de algún modo, traslada al lector.
Se trata también de un alegato contra los conflictos bélicos, las crisis económica, climática y ambiental, el consumo desenfrenado, la desigualdad social… Todo aquello que, en definitiva, nos llega a través de los medios de comunicación y la vida diaria, y que tanto llega a deprimir a tantos. Es, además, una llamada de atención sobre el hecho de que nos estamos alejando poco a poco del bosque, de su compañía, que le estamos dando la espalda y renunciando a sus múltiples beneficios para la salud. ¿Es tan bucólica la vida que Andrea Hejlskov pretendía encontrar en el bosque? ¿Es posible estar en armonía con la naturaleza en lugar de luchar contra ella? Merece la pena descubrirlo en su libro.
Hejlskov, A. (2018). Nuestra casa en el bosque. Volcano, San Lorenzo de El Escorial (Madrid)