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Navegando las dunas

Libros

 

Le gustaba especialmente la compañía de quienes vivían en estrecho contacto con la naturaleza. Un irlandés semisalvaje, un rudo granjero, un pescador o un cazador, le producían verdadero placer. Se sentía bien acompañado por sí mismo, y tal vez por ese motivo, Cape Cod lo atraía poderosamente. Era totalmente independiente, no se ajustaba a lo convencional y jamás le faltó el valor para vivir como consideraba adecuado o para defender y sostener aquello que creía correcto. Era un hombre fuertemente ligado a su entorno, y pocas veces salía de su distrito. En sus narraciones ocupa un lugar principal el elemento humano, deteniéndose larga y afectuosamente en las características de sus conocidos casuales, anotando todo comentario relevante por su parte. Sin duda ellos a su vez, también lo encontraban interesante. Pongamos que me estoy refiriendo a Henry David Thoreau, pero estas líneas se podrían aplicar sin problemas a la figura de Henry Beston, naturalista, escritor y profesor que en 1928 publicó La casa más lejana. El tiempo que vivió en Cabo Cod, siguiendo los pasos de Thoreau, es digno de la atención de cualquier amante de las soledades naturales.

 

 

Este lugar se encuentra en la costa nororiental de Estados Unidos, ente las ciudades de Boston y Nueva York, una tierra pronto conocida por los primeros viajeros vikingos allá por el siglo X y donde se establecieron los peregrinos del Mayflower en 1620. El Cabo Cod es un saliente arenoso con forma de cola de escorpión, y en sus solitarias playas construyó Beston una pequeña casa de madera, no lejos de donde los peregrinos encontraron por vez primera a los pobladores nativos wampanoag, seguros conocedores de la sostenibilidad y los equilibrios naturales. Llamó a su hogar provisional Fo’castle, castillo de proa, pues desde ella podía contemplar el vasto océano. No puede negarse que la casa se haya ubicado en un lugar harto deseado por quienes buscan tranquilidad para su creación artística o literaria. Personalmente, siento una sana envidia por el escenario elegido por Beston.

 

 

Allí vivió el autor durante un año, y La casa más lejana es el resultado de sus vivencias, convirtiendo el lugar en una escapada para la palabra escrita y pensada. Es notable reflexionar sobre el momento de su publicación, cuando apenas habían pasado poco más de cien años del nacimiento de la literatura de naturaleza como género literario, que en el mundo anglosajón se conoce como nature writing, un tipo de escritura que despacio, muy lentamente, está aflorando ahora en nuestras librerías, aunque todavía no goza del seguimiento que merece. Entre todo lo que se viene publicando —no siempre de buena calidad—, La casa más lejana está considerado como un clásico del género, y su autor pasa por ser un digno sucesor de Thoreau. Un ejemplo:

 

El cielo de esta tarde es una armonía de azul universal, bordeado por un borde de olas del blanco azulado más nevado. Mar adentro, en el noreste y cerca del horizonte, hay un estanque del azul más hermoso que he visto aquí: un azul claro, un azul pétalo, un azul del vestido del emperador en un cuento de hadas chino. Si quieres ver las olas en su mejor momento, ven en un día así, cuando el océano refleja un cielo hermoso, y el viento es ligero y en tierra; planee llegar por la tarde para que tenga el sol frente a las olas. Ven temprano, porque los destellos de las olas son más hermosos e interesantes cuando la luz es oblicua y alta.

 

 

Beston escribe sobre las estaciones, las aves, las plantas, el océano, la noche, los sonidos, el viento…, todo ello con una prosa poética admirable. Las páginas de La casa más lejana son reflejo de un paisaje habitado durante siglos, pero jamás domado, un entorno que se está convirtiendo en una rareza. Beston, sabiéndose un miembro más de la comunidad natural, se hace pasar por fotógrafo de sensaciones, cirujano de sonidos, vigilante de la frontera entre la naturaleza y la civilización, un límite que tal vez no sea conveniente traspasar a menudo.