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Renacer

Literatura de naturaleza

El aire de la mañana es frío, gris y húmedo. La lluvia ha golpeado las suaves hojas marrones y los caminos embarrados entre los árboles. El bosque parece silencioso al principio, pero cuando me detengo y escucho, me llegan los suaves silbidos de los pájaros pequeños (herrerillos, carboneros, petirrojos, jilgueros…) que deambulan por las ramas en busca de comida. Unas ardillas se persiguen zigzagueando entre los troncos, antes de trepar por un roble y desaparecer en el dosel.

Los últimos restos de nieve han seguido el juego de la escarcha y se ha derretido, excepto en las colinas distantes y en los barrancos umbríos, y todos los arroyos y torrenteras retumbaban a lo largo de su discurrir impetuoso para precipitarse por la cañada y unirse a otros ríos y arroyos. En el prado asoman los primeros narcisos y botones de oro, engalanando el verde con diminutas perlas doradas. El sol calienta en el claro. Una magia natural de inquietas avecillas se mueve entre las ramas. Es fascinante la combinación de colores y sonidos que trata de llamar nuestra atención.

 

 

Por todas partes, el agua se filtra. Es como si parte del cielo se hubiera caído a la tierra. El aire húmedo agita la enramada y majuelos, rosales y agracejos, aún desnudos, esperan impacientes que el sol se mantenga firme y dé la señal para la explosión foliar. En sintonía con los sonidos ambientales, nosotros también aguardamos con muda expectación los próximos renaceres. Como si fuera una señal, un pinzón trina sobre nosotros desde una rama de pino, luego se va al sauce y por fin desaparece.

Un trepador azul se tambalea a lo largo de la rama de un roble. Salta hacia un árbol vecino, chillando y batiendo sus alas grises. Otro trepador se levanta para recibirlo, alborotando, y los dos pájaros se enfrentan brevemente en lo que podríamos llamar un combate. Luego, el segundo pájaro se retira y vuela. El primero vuelve a buscar insectos y larvas, que llegan poco a poco, sondeando la corteza.

 

 

Continúo cuesta arriba, más allá de los grupos abigarrados de pinos y rosales que se elevan de la tierra. La vegetación se muestra generosa y permite la entrada de la luz del sol hasta el suelo, lo que fomenta el crecimiento de plantas e insectos más pequeños. A los troncos se aferran masas de líquenes despeinados, envolviendo las ramas con delicados corales de color gris pálido. Otros tipos de líquenes, con escamas de color amarillento y gris verdoso, cubren las piedras del camino. Más adelante, en el claro y la ladera, las vacas levantan prudentes la cabeza del pasto para mirar quién viene, rumiando con parsimonia la hierba. Vuela un cuervo y pasa por encima; su profundo y áspero graznido resuena en el paraje. Lejanas esquilas comienzan a escucharse indicando la proximidad de un rebaño.

El ganado llega tranquilo, estable. Y eso se nota en el tintineo de los cencerros, pausado, intermitente. ¿Para qué van a caminar las reses teniendo aquí la hierba por segar mientras estercolan? Las ovejas, con el morro pegado al suelo. Las cabras, más ágiles, se levantan sobre las patas traseras y ramonean la parquedad de los arbustos y las ramas bajas de los pinos. El pastor observa y calla. No lleva perro, aunque dice necesitar uno que eche unas carreras para ayudarle a controlar a los animales.

 

 

Los fresnos y saúcos también realizan su trabajo dando cobijo al mirlo, que participa con su melódico silbo en la armonía del momento. Es un macho, de afilado pico dorado, que trata de confundir su negra estampa con las sombras del seto. Con su canto parece reclamar imperiosamente la llegada de una compañera. Una y otra vez lo intenta, ahora desde aquí, más tarde desaparece en la espesura. Le seguimos oyendo a pesar de la distancia. Nunca permanece quieto por más de un segundo, rebotando de árbol en árbol en busca de comida. ¿Cómo encuentran estas pequeñas especies sustento suficiente en estos días aún fríos? El mirlo parecía ajeno a mi presencia, una oportunidad para seguir explorando el paisaje. Era solo una fugaz apariencia. Sonidos precursores de la naciente primavera.