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Ayudando a la vida silvestre a moverse de nuevo
Empecemos por reconocer lo básico. Un jardín de vida silvestre comienza con sus plantas, ya que estamos tratando de replicar las condiciones de la tierra antes del desarrollo. Cuando plantamos especies autóctonas de las que depende la vida silvestre, creamos un hábitat que comienza a restaurar el entorno local. Si bien esto puede parecer obvio, es importante conocer su ubicación y la cantidad de espacio disponible en el patio. Conviene diseñar el jardín de vida silvestre para centrarnos en la biodiversidad específica según el espacio disponible. Por ejemplo, si vivo en la ciudad, puedo buscar invertebrados, pequeños animales y pájaros.
Podemos crear corredores de vida silvestre colocando plantas en zonas abiertas del jardín. Esto alentará a los invertebrados y otros animales pequeños a moverse con más libertad. En lugar de vallas, también podemos colocar piedras o plantar setos que hagan de bordes para actuar como pequeñas barreras y cubrir diversos tipos de vida silvestre. Los setos vivos, que producen bayas en otoño e invierno, pueden ejercer como fuente de alimento para las aves. Tengamos en cuenta que la sobrepoblación del jardín puede ser tan dañina para el movimiento de vida silvestre como proporcionar una vida vegetal mínima para la cobertura.
En cuanto al alimento, las plantas autóctonas proporcionan néctar, semillas, frutos, follaje, polen e insectos para la vida silvestre. Cuando decidimos poner plantas autóctonas, puede parecer inofensivo cultivar especies de plantas alóctonas. Sin embargo, hacerlo puede afectar negativamente a la vida silvestre local. Solo debemos plantar especies nativas locales en el jardín, ya que son aquellas en las que los polinizadores locales confían. Además, tendremos la casi completa seguridad de que van a arraigar sin problemas. Supongamos que decidimos plantar un acebo y nos dirigimos al centro proveedor para conseguir uno. Sin embargo, el acebo que nos gusta procede de una región muy alejada a la nuestra. Lo más probable es que ese acebo no logre adaptarse a las condiciones climáticas y edáficas de nuestro entorno y nuestro jardín. Las probabilidades de éxito son mínimas. Tal vez la alternativa correcta sea la reproducción de nuestras propias especies autóctonas.
Las aromáticas suelen dar buen resultado en nuestro clima mediterráneo.
Mientras elegimos qué plantar, consideremos los tipos de vida silvestre que deseamos atraer y aprendamos sus hábitos. Esto nos permitirá seleccionar con precisión las mejores plantas para incluir en nuestro jardín. Deberíamos plantar una variedad de vegetación para todas las estaciones, y así conseguiremos que la fauna tenga comida durante todo el año. Los comederos pueden complementar las fuentes naturales de alimentos. Al proporcionar regularmente una diversidad de alimentos, nuestro jardín puede atraer a una variedad de aves. Asegurémonos, si es necesario, de proporcionar una cubierta para evitar que las ardillas saqueen los comederos.
Abordemos ahora el tema del agua. Las aves también pueden usar una fuente de agua como bebedero para pájaros, mientras que varios insectos pueden usarlo como caldo de cultivo. El contenedor —un sencillo plato puede servir— debe tener lados inclinados para permitir un fácil acceso. A la hora de regar, evitemos las horas de más calor, momento en que el agua se irá evaporando casi al momento de caer al suelo. La mejor hora es al caer la tarde, cuando la temperatura cae y la fuerza del sol no limita el efecto refrescante del riego. Otra estrategia para economizar agua es cubrir los alcorques de nuestros árboles y arbustos con paja, piñas o trozos de madera, de modo que evitaremos la pérdida innecesaria de humedad.
El truco para proporcionar una buena cobertura para la vida silvestre es resistir el impulso de limpiar completamente el patio. Parte del “desastre” que dejamos atrás es un buen refugio para la vida silvestre. El suelo del jardín, a menos que estemos plantando en él, no debe ser cavado, y conviene colocar mantillo en la parte superior para aumentar la población de invertebrados (lombrices y escarabajos). Esto también proporciona una buena reserva alimenticia para aves como petirrojos, herrerillos, gorriones o carboneros. Si disponemos de espacio vertical —una pared, un muro, una tapia, una enredadera…—, podemos estimular la vida silvestre alada y rastrera en nuestro jardín.
Plantemos las flores del bosque bajo los árboles para proporcionar refugio a los invertebrados y las ranas. Coloquemos troncos y pilas de palos debajo de los arbustos y alrededor de los bordes del jardín para proporcionar refugio a una variedad de animales. Cultiva la hiedra o coloca los terrones de tierra encima para la humedad. El mantillo y los restos de poda también funcionan.
La mayoría de los hábitats citados son buenos lugares para que la vida silvestre críe a sus retoños. Por eso, también podemos colaborar con la reproducción de especies colocando pajareras o cajas anideras para pájaros. Tengamos en cuenta que algunas especies de vida silvestre necesitan un hábitat durante su fase juvenil completamente diferente cuando son adultos.
El día menos pensado te llevarás la sorpresa de encontrar pequeños vecinos en tu caja anidera, como este polluelo de herrerillo común.
Para gestionar correctamente nuestro jardín, las plantas autóctonas deben ser de origen local auténtico, no de otro. Las flores silvestres también deberían haber sido cultivadas a partir de semillas recolectadas en el entorno. Caso de ser posible, habría que utilizar abono natural y recoger agua de lluvia para el riego. Utilicemos materiales reciclados y viejos cuando construyamos bordes y otras estructuras de jardín, y evitemos el uso de pesticidas, que deberán ser sustituidos por alternativas no tóxicas y biológicas.
Siguiendo estas sencillas inciaciones podemos preparar a conciencia nuestra pequeña reserva de vida silvestre. Pensemos que el próximo otoño será buen momento para sembrar semillas de diversas flores silvestres nativas que apoyan la vida espontánea. Las aves y las abejas sabrán agradecerlo. Plantar estas semillas aumenta la diversidad genética local, ya que la mayoría de los centros de jardinería solo venden plantas seleccionadas y clonadas para ciertas características, como el color. También podemos compartir semillas con nuestros vecinos. De momento, solo queda desear que haya suerte con nuestro jardín durante este año.