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Cómo observar la naturaleza
Si alguien piensa que esto de observar la Naturaleza consiste en ir al campo, deambular sin rumbo fijo, lanzar palotes al perro, hacer un ruido de mil demonios, cortar ramas de forma indiscriminada, asustar a la fauna que tengamos ocasión de ver y sentarse en una piedra a fumarse un pitillo, está muy equivocado. Eso está bien si lo que queremos es andar, sin más, solo estar. La observación de la Naturaleza es algo que se debe tomar en serio, lo cual ya representa graves dificultades para quienes apenas se toman en serio sus obligaciones laborales. Serio porque implica un deseo de estudiar, conocer, anotar, reflexionar…
Una buena forma de empezar es tener en cuenta el tipo de especies que vamos a observar, pues cada cual tiene un entorno preferido, unas costumbres determinadas, un horario habitual de actividades… En función de la especie y de sus rutinas así tendremos que actuar si queremos llevar a cabo una observación con éxito. Esto nos lleva al uso de los utensilios apropiados: prismáticos, cuaderno y guía de campo, lupa, cámara de fotos, grabadora…
Cigüeñuela
Lo primero que debemos hacer es buscar un puesto de observación que esté bien situado. Un puente, un camino, un seto, una roca, un talud, un arroyo, un árbol… Es esencial no llamar la atención ni con movimientos bruscos ni con prendas de colores chillones o sugerentes. El buen observador ha de mimetizarse con el entorno, y para ello nada mejor que utilizar colores neutros —gris, verde, kaki, pardo, negro—. No se trata de un engaño, sino más bien de demostrar a los animales del entorno que no somos peligrosos, que no constituimos una amenaza para su integridad.
El silencio y la quietud con primordiales. Un leve movimiento o un carraspeo pueden dar al traste con nuestra observación. A veces, aun siendo descubiertos, un animal se limita a mirarnos para cerciorarse de que somos de fiar, pero no huye. O simplemente deja de prestarnos atención porque entiende que somos un arbusto o una piedra.
Lagarto ocelado
Otra forma de no delatar nuestra presencia es situarnos contra el viento. Los animales no son estúpidos y sus sentidos suelen estar más desarrollados que los nuestros. El viento puede fácilmente revelar que algún elemento extraño pulula por allí. Por eso conviene saber de dónde viene el aire antes de elegir nuestro observatorio
A veces no viene mal tener una pizca de suerte, como la que tuve en cierta ocasión que caminaba con mi hijo Jaime a lomos de la Muela de la Madera. Cuento en CamiNATURAndo cómo salió corriendo a pocos metros de nuestro camino una hembra de gamo, pero no corría por miedo a nosotros, sino con la intención de alejar nuestra atención de su hijo recién nacido, aún húmedo en su encame y temblando a pesar del calor que daba el sol. Fue una gran suerte, de esas que tan pocas veces podemos disfrutar.
Mirlo acuático
Sea cual sea la especie que observemos, el lugar desde el que lo hagamos o el tiempo que debamos esperar, un buen observador de la Naturaleza se precia de respetar el espacio que ocupa en ese momento, los seres que lo habitan, el silencio que todo lo invade. Porque ama el entorno, desea comprenderlo, entiende que forma parte de lo que le rodea, lo protege sabiendo que es frágil, que protegiendo la Naturaleza nos protegemos a nosotros mismos. Sin un poco de amor por la Naturaleza no seremos capaces de descubrir un mundo de pequeñas y grandes cosas que están ahí dispuestas a dejarse atrapar por nuestra curiosidad.
La paciencia es un ingrediente fundamental. Puede darse el caso de tener que esperar horas hasta que algo que no somos nosotros se mueve. Es posible, muy posible, que volvamos a casa sin haber visto ni escuchado nada de lo que teníamos previsto. Probablemente habremos fallado en algo, o tal vez no hemos tenido suerte o la paciencia suficiente. La mayoría de las veces encontramos lo que no esperamos, que también es suerte. En todo caso, habremos pasado un rato agradable descubriendo otras muchas maravillas y pequeños detalles de una Naturaleza que no se cansa de despertar nuestro asombro. Si no ha sido así, tampoco debemos sentirlo. Otra vez será.