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Madre Tierra, amigo Libro

Relación con la Naturaleza

La Tierra y el libro, patria de todos y refugio de muchos. La costumbre de celebrar de forma especial algunos días ha hecho que se unan de forma consecutiva el Día Internación de la Madre Tierra y el Día Mundial del Libro. Ambas celebraciones deberían festejarse con alegría, aunque lo más probable es que, como siempre, pasen desapercibidas porque, como siempre, nos falla la memoria.

Nada aguanta tanto nuestros caprichos e impertinencias como la Tierra, la Madre Tierra. La sequía, la desertificación, las inundaciones, la contaminación, son llamadas de atención, acaso llamadas de socorro, que la Madre Tierra nos envía periódicamente con la vana esperanza de que reaccionemos. Son llamadas que con demasiada frecuencia no sabemos escuchar.

La Madre Tierra soporta como nada ni nadie los abusos que cometemos. Olvidamos, sin embargo, que es nuestro hogar y el de toda la vida conocida y por conocer. Olvidamos que somos miembros de esa comunidad de vida y la necesidad de que exista armonía con la Tierra y la Naturaleza que alberga y nos alberga. Olvidamos que esa armonía es imprescindible para lograr el justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras. Olvidamos que la Madre Tierra no nos pertenece, sino que ella nos tiene a nosotros. Olvidamos que la Madre Tierra, fecunda y fructífera, nos da la vida que nos sustenta a lo largo de nuestra existencia, nos acoge en su regazo.

Esta desmemoria está causando graves daños a lo que nos sostiene, porque no llegamos a comprender la conexión simbiótica entre nosotros y la Naturaleza, una conexión que nos enriquece más que a ella porque no nos esforzamos en cambiar nuestro depredador estilo de vida.

La Naturaleza sabe escribir sus propios mensajes, pero nosotros no sabemos leerlos.  Ralph Waldo Emerson expresaba de forma sublime su deseo de aprender esa lectura en su Naturaleza: “La naturaleza es un lenguaje y cada nuevo hecho aprendido es una nueva palabra; pero este no es un lenguaje hecho por piezas que cae muerto en el diccionario, sino un lenguaje puesto en conjunto en un sentido significativo y universal. Deseo aprender este lenguaje, no para conocer una nueva gramática, sino para poder leer el gran libro escrito en esa lengua.” Nos preocupa el estado de la Tierra, aunque a menudo sea para guardar las apariencias, cuando lo que realmente nos inquieta es nuestro futuro como especie. Y no entendemos que lo que debe ocuparnos y preocuparnos es cuidar las condiciones para el mantenimiento de la vida que la Tierra ampara.

Si conociéramos el verdadero sentido de la justicia, podríamos reconocer el justo valor de lo que la Madre Tierra nos da. Toda ella se convertiría en un santuario donde expresar este sentimiento de respeto y reverencia: los montes, las quebradas, los ríos y arroyos, los manantiales, la espesura, los roquedos, las cuevas, los salientes colgados del cielo, las cumbres y los valles… Estos santuarios naturales deberían jalonar nuestro camino y nuestro pensamiento.

Camino y pensamiento se enriquecen con la lectura, no solo de lo escrito por la Tierra, sino de las historias y reflexiones de otros. Cada uno de nosotros tiene una idea clara de lo que puede significar el libro y la lectura. Un mismo libro no es leído de la misma manera por todos y, por tanto, no significa lo mismo para todos. Pero con seguridad podemos afirmar que el libro es un verdadero amigo para quien sienta pasión por la lectura. “Tener un buen libro es como disfrutar de buena compañía”, pensaba Emerson. Algo así quiso reflejar también Peral S. Buck en su obra La estirpe del dragón: “Hay libros para todas las necesidades. Primero ha de saberse qué libro se quiere y quién ha de leerlo. Hay libros para ser leídos secretamente, de manera que produzcan placer. También hay libros para quien, estando atado a su casa, no puede viajar y desea hacerlo. Y asimismo hay libros para quien gusta de envenenamientos y asesinatos y no se atreve a cometerlos él. ¿Para qué quieres el libro?”.

Hoy, mañana, cualquier día es bueno para hacer un ejercicio de reflexión, a ver si llegamos a la conclusión de si verdaderamente sentimos a la Tierra como Madre y al libro como amigo.