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La Loma de los Lobos

Senderismo

Comienzo esta vez el camino en el Mirador del Vedijón, una pequeña atalaya arenisca lamida suavemente por las aguas del Júcar, a tiro de piedra del Puente de Mariana. El otoño pinta de amarillo los chopos que escoltan las tranquilas aguas verdes, a cuyas orillas crece un ejército de sargas, eneas y carrizos. He podido comprobar que una vedija es un mechón de lana, de esos que tan a menudo encontramos enredados en las espinas de aliagas, agracejos, rosales y majuelos, y que nos hablan del paso del ganado. Intuyo, por tanto, que un vedijón sería un mechón grande de pelo.

Los primeros kilómetros de camino pertenecen al PR-21, conocido como Sendero de La Hocecilla, que, antes de meterse en entrecheces, atraviesa campos de labor por Valdeladehesa. Pero no termino de entender por qué la señalización acaba en el angosto paraje que da nombre a la ruta, a la altura del Cerro Marmarugo, porque lo interesante viene después. En efecto, si continuamos ascendiendo el camino, pronto encontramos un tormagal donde las rocas juegan a ser otra cosa: hongos, barcos, estatuas, camellos… Caprichos de luces y sombras, revestidos algunos por la pertinaz hiedra, pero formando todos unos estrechos callejones que se disponen, paralelos unos a otros, mirando al asombrado caminante. Es la Loma de los Lobos.

El camino se convierte en senda, igualmente flanqueada por moles calizas asomadas al vacío. Es terreno abonado para las aromáticas: tomillos, romero, morquera, hisopo, salvia y espliego, que hacen las delicias de abejas, abejorros y mariposas. Incluso la ágil esfinge colibrí se deja ver en rápido vuelo frecuentando estas sabrosas florecillas. Ya en lo alto, a lomos de la Sierra de Valdecabras, el camino gira hacia el Sureste y bruscamente al Suroeste, pasando por las Tinadas del Tirado. El terreno es seco y pedregoso, adecuado para la sabina y el piorno, que aún comparten espacio con pinos, encinas y quejigos. Las huellas en el camino nos hablan del paso de corzos, jabalíes o tejones. Otras, más escatológicas, revelan la presencia por estos dominios de maese zorro y la no menos astuta garduña.

Antes de atravesar otro pequeño tormagal, la altura nos ofrece una amplia panorámica. Por un lado, hacia el Sur-Suroeste, los cerros del Socorro, San Cristóbal y La Majestad, a los que rinde vasallaje la ciudad de Cuenca. Se adivina el surco excavado por el Júcar para formar su profunda hoz. Tras el tormagal, las localidades de Mariana y Sotos, al abrigo de la Sierra de Bascuñana y al mando del Campichuelo.

El camino desciende en brusca pendiente desde el Cerro de Valdemorillo. Pronto habrá que tomar una desviación hacia el Norte para regresar, en suave caída, a la entrada de la Hocecilla y volver al punto de inicio.