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Bajezas

Valores

No suelo prodigarme en salidas nocturnas y es seguro que, por salud mental, debiera hacerlo más a menudo. De momento, el cine, los paseos, los restaurantes y otros espacios de ocio deben esperar. Me niego, no obstante, a dejar de lado la compañía de los amigos, y cuando es posible buscamos el encuentro. La última vez, sin embargo, sirvió para llevarme un chasco. Unos conocidos comunes, según me informaron, tuvieron la ocurrencia de hacer algunos comentarios despectivos hacia todo aquello que se movía por debajo de su estatus social, y esto incluyó al sufrido entorno de la enseñanza.

No deseo entrar en polémica porque no merece la pena dedicar ni un minuto a la majadería. ¡Cuánta razón tenía Einstein! Pero ya es triste que la cuestión surgiera a cuenta del futuro de los hijos. Hay necios que se empeñan en diseñar el porvenir de sus vástagos sin preguntarles siquiera sobre sus gustos o su vocación, no vaya a ser que les dé por rebajarse tirándose al lodazal de una profesión como maestro o enfermera. No estaría de más que un pequeño temblor de tierra echara abajo ese prodigioso pedestal de soberbia en el que se han encaramado.

Lo dicho, ni un minuto a la bajeza moral. Paso la palabra a los sabios:

“Tengo a maestras y maestros por el gremio más necesario, más esforzado y generoso, más civilizador de cuantos trabajamos para cubrir las demandas de un Estado democrático.” (Fernando Savater, El valor de educar)

“La única labor honrada y posible es la formación lenta y cuidadosa de los hombres de mañana desde su primera niñez.” (Francisco Giner de los Ríos, 1882)

“Un maestro no se improvisa, un maestro es el resultado de una formación cultural y humana lo más amplia posible. Le definen su actitud ante la ignorancia, la injusticia y la crueldad.” (Josefina Aldecoa, en Memoria de un colegio, de Amelia Castilla)

“Si sólo hay una clase de personas, ¿por qué no pueden tolerarse unas a otras? Si todos son semejantes, ¿cómo salen de su camino para despreciarse unos a otros?” (Harper Lee, Matar un ruiseñor)

“Donde hay educación no hay distinción de clases.” (Confucio)

“La depresión, no nos engañemos, no la produce el exceso de trabajo, ni siquiera el exceso de tensión. La produce la falta de reconocimiento. ¿Por qué la sociedad no es capaz de tratar mejor a sus maestros? ¿Por qué no sabemos idear mecanismos que pongan de manifiesto que dedicarse a enseñar lo que hay que saber para desenvolverse en la vida debería ser lo primero y más esencial? (Victoria Camps, El oficio de enseñar, en La emoción de educar)

“El proverbio africano «Para educar a un niño, hace falta la tribu entera» tiene que ser prolongado con una conclusión: «Para educar bien a un niño, hace falta una buena tribu». El objetivo de la educación no es sólo desarrollar la inteligencia individual, sino desarrollar sociedades inteligentes.” (José Antonio Marina, La educación del talento)

“¿Qué harán nuestros hijos si continuamos preparándolos para la vida siguiendo los modelos antiguos de educación? Es muy probable que nuestros hijos tengan múltiples profesiones —no solo múltiples trabajos— a lo largo de su vida laboral. Está claro que muchos de ellos tendrán empleos que todavía no podemos llegar a imaginar. Así pues, ¿no es obligación nuestra animarlos a explorar tantos caminos como les sea posible para que descubran sus verdaderas capacidades e inclinaciones?” (Ken Robinson, El elemento)

“La enseñanza es la profesión nuclear, el agente clave del cambio en la sociedad del conocimiento actual. Los docentes son las parteras de la sociedad del conocimiento. Sin los docente, su confianza y competencia, el futuro nace muerto y con malformaciones.” (Andy Hargreaves y Dear Fink, El liderazgo sostenible)