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Hábitos cambiantes
El mundo parece estar comenzando a afrontar la amenaza de los desechos plásticos. La contaminación plástica es despreciable y horrible, y la conciencia del daño que puede causar es creciente. Poco a poco estamos cambiando nuestros hábitos, y el mundo está despertando a lo que le hemos hecho al planeta. La contaminación por plásticos es uno de los desafíos más graves que afectan a los océanos del mundo. Y sería un error pensar que, estando alejados del litoral, nuestro consumo de plástico no incrementa el problema, porque ese residuo, como otros, viaja más de lo que podemos imaginar.
Los residuos de plástico, cuya suma se estima en más de 150 millones de toneladas, están a la deriva en los océanos del mundo y causan la muerte de un millón de aves y 100.000 mamíferos marinos cada año. Con cierta frecuencia pueden verse aves alimentando a sus polluelos con una dieta de plástico que los condena a morir.
Y hace unos años Chris Jordan editó Midway, otra película estremecedora en la que pudimos comprobar las consecuencias del plástico sobre las vulnerables aves: recorren miles de kilómetros de océano en busca de alimento para sus pollos, pero a menudo solo traen plástico: globos, cepillos de dientes, todo tipo de envases, tapones de botellas..., desechos que se descomponen en microplásticos y entran en la cadena alimentaria de la que todos formamos parte. Se han llegado a encontrar residuos de este tipo en la fosa de las Marianas, de 11.000 metros de profundidad. El plástico alcanza espacios que el ser humano todavía no ha explorado.
Polluelos muertos porque un bastoncito de plástico que se tragaron les atravesó el estómago, otras aves que regurgitan artículos diversos de plástico, como film transparente, envases de alimentos, cubiertos y partes de botellas, otras que ingieren un producto sin valor nutricional y se envenenan cuando el plástico se descompone en sus estómagos liberando sustancias químicas... Esto muestra que, si bien los plásticos pueden matar directamente a las aves marinas y otras criaturas, los efectos debilitantes de los desechos podrían ser más graves. Es como encontrar en nuestro estómago el plástico que cabe en una fiambrera de tamaño medio, y generalmente ese plástico está hecho de artículos de consumo utilizados una sola vez y luego desechados. Nosotros somos quienes estamos provocando esto.
Parece claro que tales imágenes tocan nuestra fibra sensible al mostrar la interacción del plástico y el mundo natural. Implican emocionalmente a la audiencia, dándole una conexión con las historias de vida, los comportamientos, los planes que tienen estos animales y cómo el plástico en ese caso se interpone en su camino, reduciendo la supervivencia de sus polluelos. Esto debería motivarnos para adoptar medidas, si realmente somos conscientes de lo que está pasando, si comprendemos que el plástico no afecta solo a los océanos y a todas las criaturas que viven en él y de él, sino también a nuestra especie, agravando problemas ya existentes como la sobrepesca y otros tipos de contaminación.
Cada año, cientos de miles de toneladas de desechos son arrastrados a los océanos. Juntos podemos evitar un desastre ecológico (Fuente: elpais.com)
En cierto modo nos encontramos ante una prueba de fuego en la que hemos de demostrar lo que nos importa la situación. Es labor de todos. Los científicos aún no saben muy bien cómo deshacerse de esos “continentes” plásticos que andan navegando por los océanos, pero sí manifiestan su vergüenza e indignación ante esa plaga de origen antrópico. Son dos sentimientos que deberíamos compartir, y por ello nuestro papel ha de centrarse en la reducción del consumo de materiales plásticos, muchas veces prescindibles.
Estas son algunas de las últimas noticias que nos han venido recordando la contaminación por plásticos:
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