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No interesa
Hambre, violencia y muerte son los pilares que sostienen a un continente olvidado por todos: África. Si alguna vez se asoma a las pantallas de nuestra televisión, tan ocupada por cosas triviales, es porque ha habido una catástrofe o porque algún famoso se empeña en llamarnos la atención sobre la problemática del Tercer Mundo. Sin embargo, es un tema que no vende, no da réditos electorales ni beneficios a las grandes empresas. El Tercer Mundo, no solo África, no interesa, como tampoco interesa el mundo pobre de corta distancia, el que crece en el mundo rico.
El origen de esta falta de interés se encuentra en la crisis de valores que nos atenaza y nos impide darle importancia a lo que realmente nos debería interesar. Pero a menudo hacemos interesante lo que carece de importancia, lo intrascendente, lo fútil. También somos muy dados a contar y leer la noticia para luego dejarla caer en el más absoluto silencio. ¿Recordamos los casos de Haití, el Sahel, el llamado “cuerno de África” o el último terremoto en vete a saber dónde? ¿Acaso nos preocupa el Tercer Mundo que se mezcla y convive con nosotros en el mundo desarrollado? ¿Nos preguntamos por qué la ciencia actual, con el apoyo de una tecnología de elevadas posibilidades, no es capaz de encontrar remedio a tal o cual enfermedad? ¿No será que no recibe el soporte económico suficiente por parte de quienes controlan y manejan el poder económico? Y si es así, ¿no será que no interesa alcanzar ese remedio?
Fuente: Intermón Oxfam
Parece que las crisis, todo tipo de crisis, ejercen un magnífico poder de atracción, incluso si hay muertes por medio, especialmente si son cercanas. Pero esas crisis tan solo sirven para que nos percatemos de que hay gente que lo está pasando peor, y se olvidan tan rápidamente como llegaron a nosotros. Tal vez suene terrible y duro, pero es real, tan real como que cerramos los ojos a esa realidad por pura comodidad, para no sentir lo que no vemos. A veces en casa surge la discusión sobre la conveniencia o no de ver las noticias, sobre todo comiendo, porque solo traen malas noticias —y eso que se habla poco del Tercer Mundo—, pero no podemos ni debemos sustraernos a la realidad, por dura que sea.
Cierto, las buenas noticias parecen no tener tirón informativo, pero las hay, como la que nos cuenta que se están instalando sistemas de bombeo del agua del río Senegal para poner en marcha huertos familiares. O la que nos dice que con solo 50 euros se distribuyen semillas y fertilizante necesarios para que seis familias de Mauritania saquen adelante sus cultivos. O la que anuncia la emoción al comprobar que realmente hay muchas personas dispuestas a poner su grano de arena para construir un mundo mejor, personas dispuestas a decir a quienes nos gobiernan que se equivocan cuando se empeñan en desmantelar las redes de cooperación, mientras hablan de la sociedad, el pueblo, los trabajadores…, pero no de seres humanos.
Fuente: UNICEF
Y sin embargo, alguna fuerza oculta parece presionar para que el Tercer Mundo y el mundo pobre del mundo rico no se conviertan en buena noticia, ni siquiera en noticia. No es difícil escarbar un poco e ir sacando a la luz intereses políticos, económicos, sociales o medioambientales que impiden dar a conocer todo lo que pasa en estos países que ya no interesan: regímenes autoritarios que cuentan con el apoyo de tal o cual potencia mundial, explotación de recursos naturales de interés estratégico, uso de mano de obra en condiciones de semiesclavitud por esta o aquella multinacional, tráfico de armas o de personas, lugares que se convierten en auténticos vertederos de residuos procedentes de un Primer Mundo que no los quiere porque son muy tóxicos… La lista es interminable.
Por cierto, esto, como tantas cosas, tiene también su día internacional, el de la Solidaridad Humana, y se recuerda cuando nos disponemos a celebrar la fiesta del consumo por excelencia.