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Nunca les olvidaremos

Valores

 

Jared Diamond (1) expuso una idea clave. Refiriéndose al “daño ambiental autoinfligido” en la Isla de Pascua por la deforestación, se preguntaba qué dijo el isleño que cortó la última palmera mientras lo hacía. Si bien ha habido mucha controversia sobre lo que sucedió en la Isla de Pascua, lo que queda, sin embargo, es una metáfora poderosa y conmovedora, cada vez más clamorosa en medio de la creciente emergencia climática mundial. Una metáfora que nos lleva a reflexionar sobre la hipocresía y contradicciones que se esconden tras nuestras acciones. Enfrentados a una crisis climática a gran escala, y con el fracaso generalizado de nuestros líderes políticos, continuamos comportándonos como si en otros recayera la responsabilidad de resolver el problema, en lugar de abordarlo nosotros mismos. Entonces nos desentendemos y seguimos consumiendo. Y a veces consumimos como una forma de escapar de la preocupación de consumir, incluso mientras luchamos por dar un paso atrás y ver la imagen más amplia y cegadoramente obvia. Es un ciclo que ha generado una sensación de ansiedad bien fundada sobre el futuro de la humanidad. Tal vez no volvimos a experimentar ese efecto desde la guerra fría y el miedo a la aniquilación nuclear. Las soluciones pueden parecer más allá de nuestro alcance como individuos y, si tienen solución, creemos que están en manos de los gobiernos.

Hay, por tanto, profundas y apremiantes razones para estar preocupados. Pero también hay motivos para el optimismo. Existen figuras como la activista por el clima Greta Thunberg, que se obstina en recordarnos que la senda es estrecha, pero correcta, que el activismo no consiste simplemente en presionar los escaños del poder, sino en poner en marcha nuestro poder. Como individuos, podemos dar forma a la cultura, las sociedades y la política en la que vivimos y conducirlos hacia mejores resultados. Si bien es fácil ser cínico sobre el impacto de la crisis climática en una era de populismo, donde los políticos parecen decididos a encontrar formas de ser cada vez menos responsables, hay ciertos eventos de alcance global que sugieren un cambio en la opinión pública. Es la sociedad la que crea mayorías para el cambio, la que conoce y se deja conducir por acciones individuales que se hacen virales. Es el caso de esta adolescente que, como ella misma reconoce, debería estar en su instituto en lugar de poner en evidencia a los cretinos que gobiernan el mundo.

 

 

A veces olvidamos la importancia de los actos individuales: reciclar día a día, usar cada vez menos plástico, escoger bien la forma de viajar o a quién votar... Sí, esos pequeños gestos pueden parecer insignificantes, pero son los que transforman a las sociedades. La acción más poderosa que podemos realizar, más allá de votar y protestar ocasionalmente, o por encima de participar en tal o cual programa diseñado por mentes de despacho, es elegir cómo vivimos nuestras vidas en una sociedad de consumo y cómo comunicamos esas opciones como parte de un debate cada vez más amplio. Solo un ejemplo: si los fabricantes de coches se comienzan a decantar por la producción de vehículos eléctricos, no es porque estén convencidos de sus bondades, sino porque perciben que eso es lo que demandan los consumidores.

No me queda más remedio que poner algo en duda, aunque no me quita el sueño. Si quienes ostentan el poder mundial no escuchan a alguien capaz de mover masas de millones de personas en todo el planeta, aunque solo cuente con 16 años, si algunos de esos empoderados tampoco se toman la molestia de acudir a las cumbres del clima porque no creen en la crisis climática, no voy a pretender que se hagan eco de líneas escritas por quien aspira sencillamente a divulgar lo que otros —ella también— expresan con mejores palabras o con más desparpajo. La joven activista por el clima Greta Thunberg subió el pasado 23 de septiembre al escenario de la Cumbre de Acción por el Clima organizada por la ONU en Nueva York, miró con sus tímidos ojos a los políticos del mundo —alguna de esas miradas tenía algo parecido al rencor— y les espetó, sin temblarle la voz, “si los líderes del mundo optan por fallarnos, mi generación nunca les olvidará”.

 

Una mirada que vale más que mil palabras

 

Cabría suponer que se les iba a caer la cara de vergüenza cuando Greta pronunció estas palabras, indignada, emocionada. Bien mirado, era mucho suponer. Su breve alocución completa, que comenzó con una advertencia —“Os estamos vigilando”—, se desarrolló de esta manera:

 

Todo esto está mal. Yo no debería estar aquí. Debería estar de vuelta en la escuela, al otro lado del océano. Sin embargo, ¿todos ustedes vienen a mí por esperanza? ¿Cómo se atreven? Han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. Y, sin embargo, soy uno de los afortunados. La gente sufre. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros se están derrumbando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Y de lo único que pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo se atreven?

Durante más de 30 años, la ciencia ha sido cristalina. ¿Cómo se atreven a seguir desviando la mirada y venir aquí diciendo que están haciendo lo suficiente, cuando la política y las soluciones necesarias aún no están a la vista? Dicen ustedes que nos “escuchan” y que entienden la urgencia. Pero no importa lo triste y enojada que yo esté, no quiero creer eso. Porque si entendieran completamente la situación y aun así no pudieran actuar, entonces serían malvados. Y me niego a creer eso.

La idea popular de reducir nuestras emisiones a la mitad en 10 años solo nos da un 50 % de posibilidades de mantenernos por debajo de 1,5 °C, y el riesgo de desatar reacciones irreversibles en cadena va más allá del control humano. Tal vez el 50 % sea aceptable para ustedes. Pero esos números no incluyen puntos de inflexión, la mayoría de los circuitos de retroalimentación, calentamiento adicional oculto por la contaminación tóxica del aire o los aspectos de justicia y equidad. También confían en que mi generación y la de mis hijos absorba cientos de miles de millones de toneladas de CO2 del aire con tecnologías que apenas existen. Entonces, un riesgo del 50 % simplemente no es aceptable para nosotros, que tenemos que vivir con las consecuencias.

Para tener un 67 % de posibilidades de mantenerse por debajo de un aumento de la temperatura global de 1,5 °C —según las mejores previsiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático— el mundo no debía superar la emisión de 420 gigatoneladas de dióxido de carbono para el 1 de enero de 2018. Hoy esa cifra ya casi alcanza 350 gigatoneladas. ¿Cómo se atreven a fingir que esto se puede resolver con soluciones comerciales habituales y algunas técnicas? Con los niveles de emisiones actuales, el CO2 que falta se emitirá en menos de ocho años y medio.

Hoy no se presentarán soluciones o planes que se ajusten a estas cifras. Porque estos números son demasiado incómodos. Y todavía no son ustedes lo suficientemente maduros como para reconocerlo.

Nos están fallando. Pero los jóvenes estamos empezando a entender su traición. Los ojos de todas las generaciones futuras están sobre ustedes. Y si eligen fallarnos, les digo que nunca les perdonaremos. No dejaremos que se salgan con la suya. Justo aquí, ahora, trazamos el límite. El mundo está despertando. Y se avecinan cambios, les guste o no.

 

No puedo evitar la inclusión del vídeo. El momento es impactante. Está en inglés, pero el lenguaje gestual se comprende a la perfección, lo dice todo.

 

Greta Thunberg vino a mostrar con estas palabras lo que significa realmente ser líder. Nada se puede añadir. Salvo que otros sí sentimos la vergüenza que los lideres no sienten. Somos más poderosos de lo que pensamos —debo confesar que he tardado mucho en convencerme de ello—. Y es posible que pequeños actos nos lleven a grandes resultados. La inacción nos dejaría en ese instante que vivió el isleño de Pascua antes de cortar la última palmera. Muchos líderes son los isleños con el hacha en la mano.

 

Nota: no sabemos si ya lo tenían previsto o fue como consecuencia de ciertos remordimientos de conciencia, pero el mismo día que intervino Greta Thunberg en la ONU setenta países se comprometieron a endurecer sus planes de recorte de emisiones de efecto invernadero. Si lo hicieron convencidos o porque no les quedó otro remedio, quizá no lo sabremos nunca. Si cumplen su compromiso o no, ya veremos.

 

(1) Diamond, J. (2008). Armas, gérmenes y acero. Debate, Barcelona