Blog
Por ejemplo
Lo siento, pero con cierta frecuencia tengo la peregrina impresión de que logramos ciertos títulos en mercadillos de saldo, como la ropa que no es de nuestra talla, que hemos luchado por conseguirlos, pero luego no hemos sabido estar a la altura necesaria para lucirlos con dignidad, hasta que, finalmente, notamos que nos molestan. Lo siento, pero esa es la sensación que tengo con la ostentosa declaración de ciertos lugares como Patrimonio de la Humanidad. Me ha inspirado las líneas que siguen un artículo publicado por The Guardian en 2018, líneas que recogen lo que bien podría ser un modelo a seguir para otros en todo el mundo. Sí, aquí también.
La isla de Man, situada entre Irlanda del Norte e Inglaterra, se ganó el reconocimiento de la UNESCO como líder mundial en protección de los océanos tras eliminar el plástico de sus playas en solo 10 años. ¿Cómo lo hizo? Las botellas de plástico, cartones y envases formaban una tupida alfombra que cubría las playas. Era 2007, la borrachera mundial del plástico ya estaba en marcha, pero los millones de toneladas de desechos que llegaban a los océanos no habían calado en la conciencia pública. A alguien que probablemente no se imaginaba la magnitud del problema se le ocurrió la idea de limpiar las playas. Se necesitaron seis fines de semana, trabajando muchas horas, para recoger toda la basura plástica, unas 30.000 botellas. Bajo cada pieza había otra formando capas, algunas de las cuales se remontaban a 20 años atrás.
Hoy puede decirse que las playas de Man son las más limpias de Europa, y las campañas periódicas realizadas por voluntarios son solo una parte del compromiso de la isla hacia la protección del océano, un compromiso global de proteger y mejorar el medio ambiente costero y la biodiversidad. Es lo que la convierte en un líder mundial. La determinación de la isla de proteger el entorno marino de las múltiples amenazas de la contaminación plástica, el cambio climático y la sobrepesca le ha valido el estatus de región de la biosfera de la UNESCO, porque es un ejemplo sobresaliente de un lugar donde las personas y la naturaleza trabajan en armonía.
Un indicio del compromiso de los isleños con un mejor medio ambiente marino son los 10.000 voluntarios llegados a lo largo de los años. Los niños vienen con sus escuelas a limpiar la playa y luego quieren repetir y llevar a sus padres. La triste realidad de lo que está sucediendo en los océanos del mundo es demasiado familiar. Los científicos han estudiado el daño que se está haciendo a la flora y fauna del mar, y han visto de primera mano la devastación que significa que solo el 13% de los océanos del mundo no han sido afectados por el impacto de la huella humana. Lo que está haciendo la isla de Man es la prueba de que no todo está perdido. Cada espacio natural protegido y mejorado crea diversos hábitats que permiten prosperar a la diversidad de especies marinas. Y mientras que en muchas zonas la industria pesquera se encuentra en desacuerdo con los ecologistas, las empresas de la Isla de Man, que se abastecen de recursos marinos, han participado en la limpieza de la costa, evitando así la sobrepesca y el cierre de la actividad económica. Los pescadores saben que, si se destruye el lecho marino por sobrepesca, se evita que se asiente la semilla, y entonces se destruye la pesca. Es un círculo vicioso.
La protección de los espacios naturales no siempre tiene su origen en decisiones administrativas, sino en el compromiso de la población. Un patrimonio que es de todos requiere del concurso de todos, pero es necesario que los gestores públicos realicen más y mejor pedagogía para explicar por qué el entorno ha de ser protegido, implicar a las personas y hacerlas participar. Es un proceso lento, pero si miramos hacia atrás, al momento en que un espacio logra una categoría de protección, podemos comprobar lo que se ha hecho para mantener ese estatus y, sobre todo, lo que no se ha hecho.
Entre todos, con nuestros plásticos, malos humos, ruidos e indolencia, estamos causando un daño irreparable no solo a los mares, sino a nuestros ríos, bosques y entornos más cercanos. La vida de otras criaturas depende de nuestras acciones, y sería bueno un alto grado de compromiso, no pensar que nada de lo que hagamos puede afectarnos. Tal vez si aprendiéramos del ejemplo de la isla de Man podríamos ser optimistas.