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Un año más verde
Ha llegado el momento. Cada cual, a su modo, ya ha fijado los objetivos que desea alcanzar para este año: comer más sano, hacer más ejercicio, preocuparse menos, dejar de fumar, aprender inglés... Si bien son grandes objetivos, no parece que deba costar mucho trabajo sacar algunos adelante, pero muchos de nosotros tenemos serios problemas para lograrlo. Quizás son demasiado vagos para incorporarlos a nuestros hábitos cotidianos, o demasiado ambiciosos para siquiera intentarlo. Tal vez entre ellos quepa algún espacio para pensar en lograr un entorno mejor, por lo que nunca vienen mal unas sencillas recomendaciones ecológicas —que no ecologistas— que nos permitan poner en marcha el año de la manera más verde —sostenible— posible. Quién sabe, puede que antes de darnos cuenta lleguemos a preguntarnos por qué no lo hemos hecho antes.
¿Qué tal si empezamos calculando nuestra huella de carbono? Conocer las consecuencias de nuestros actos y el modo de vida que llevamos sobre el medio ambiente es un buen punto para comenzar. Calcular el costo de nuestra huella de carbono y usar ese número como referencia para nuestros esfuerzos de conservación, ya sea en forma de donativos, gastando menos en la factura de energía o cualquier otra cosa que funcione.
El siguiente reto podría ser el cultivo de un pequeño jardín dentro de casa, a base de macetas con plantas de interior, claro. Estas plantas proporcionan una gran cantidad de beneficios, que incluyen la purificación del aire, lo que nos ayuda a concentrarnos y mejorar nuestro estado de ánimo. Para el jardinero ocupado, sin embargo, puede ser difícil dar a sus plantas la atención que merecen. Estas plantas de bajo mantenimiento quedan muy bien en el alféizar de una ventana, en la mesa de la cocina o en la mesita de noche, y son muy fáciles de cuidar.
¿Y si damos carpetazo definitivamente a los plásticos de un solo uso? Los plásticos generan toneladas de residuos que pueden ser una gran amenaza para la vida silvestre cuando se desechan de forma incorrecta. Cuando salgamos a comer, no debería costarnos trabajo decir al camarero o camarera que no necesita una pajita, por ejemplo. Y si vamos al campo, sería bueno utilizar cubiertos y vajilla que no sean de plástico. El aluminio o el cristal son una buena alternativa. Algunas personas llevan su propia taza de viaje a las cafeterías para reducir aún más los desechos. Y menos mal que ya se están suprimiendo las bolsas de plástico en los comercios. Veamos un fragmento de la película Midway, de Chris Jordan, que lleva este subtítulo: “Una historia de amor de nuestro tiempo desde el corazón del Pacífico”.
Aquí llega uno de los objetivos más llevaderos para lograr un año verde: pasar más tiempo en contacto con la Naturaleza, visitar los pueblos donde la despoblación ha llegado para quedarse, conocer a sus gentes y sus tradiciones, charlar con ellos, adquirir sus productos, recorrer caminos trazados en el entorno —salir de ellos podría suponer un trastorno para plantas y animales—. Es una forma de conservar y mantener vivo su patrimonio cultural, histórico y natural, una manera, en definitiva, de ser más verde. Practicar el turismo sostenible puede frenar el implacable flujo migratorio del campo a la ciudad y afianzar los servicios a los que la población rural también derecho, una población que, quedándose, contribuye a preservar los paisajes y la biodiversidad que albergan. Si los gobiernos no se atreven a velar por los intereses del mundo rural, nosotros debemos hacerlo.
Hacer este tipo de escapadas puede darnos esa sensación de "año nuevo, nuevo yo" en menos tiempo del que pensamos. Las personas que caminan cada día son significativamente más saludables que las que no lo hacen, y los encuentros con la Naturaleza, que los japoneses conocen desde hace decenios como shinrin-yoku, baños de bosque, incluyen cuantiosos beneficios para la salud. Tendremos que abordar este asunto con más detenimiento.
Añadamos a todo esto la reducción del consumo de papel, la posibilidad de plantar árboles o colaborar en alguna campaña medioambiental, evitar la adquisición de artículos con demasiadas envolturas o que vengan del otro lado del mundo, tratar de que algunos de ellos procedan de la red de comercio justo, utilizar el transporte público siempre que sea posible, poner en práctica la regla de las tres R, consumir agua de modo sostenible, algo que evitará que la temible desertificación alcance el estatus de normalidad al que aspira… Cualquiera de estos objetivos es digno y realista para lograr un año más verde. Si al menos somos capaces de lograr uno de ellos, seguro que podemos provocar un impacto positivo para ir dejando las cosas mejor de lo que estaban. Las generaciones que vienen pisándonos los pies sabrán apreciarlo.